Eurovisión, OTAN y Unión Europea

Antonio Obregón García PROFESOR DE DERECHO Y RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS (ICADE)

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

20 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A raíz de la desclasificación por la OTAN, en el 2015, de algunos de sus documentos del pasado siglo, el experto en seguridad internacional Juanjo Crespo descubrió que, en 1955, el Comité de Cultura de la Alianza maniobró para impulsar un festival «del Atlántico Norte», al que el citado autor vincula con el establecimiento del Festival de Eurovisión como herramienta mediática, al servicio de una Europa occidental unida en el contexto de la Guerra Fría. Y lo cierto es que la andadura de Eurovisión comenzó en 1956, unos meses después de manifestarse estas intenciones de la OTAN y apenas un año antes de la firma del Tratado de Roma, por el que se constituyó la Comunidad Económica Europea, suscrito por los mismos países fundadores del festival (con excepción de Suiza). Aunque no debe olvidarse que el nacimiento de Eurovisión persiguió singularmente una finalidad comunicativa y tecnológica, no cabe duda de que durante su historia ha ido adquiriendo también un rol político, como elemento fundamental en el fomento de la integración europea, hasta el punto de haber recibido la Medalla Carlomagno de medios de comunicación por su contribución a la conformación de una identidad europea.

En esta edición del 2023, los dos primeros puestos del Festival han sido logrados por Suecia y Finlandia, los países que recientemente solicitaron su adhesión a la OTAN, cuya tramitación se ha acelerado por la amenaza rusa evidenciada con la invasión de Ucrania. Sin incurrir en teorías conspirativas, sí podemos advertir que en la historia de Eurovisión no es difícil encontrar ejemplos de Estados que encuentran en el festival un eficaz instrumento para potenciar su imagen internacional y reforzar su equiparación al grupo de naciones al que desean pertenecer. El buen resultado de ambos países no es fruto de la casualidad, sino del celo en la composición, producción y diseño de sus representaciones. Su triunfo representa un respaldo a las respectivas marcas nacionales, en un momento en el que ocupan un papel relevante en el escenario internacional.

Y no deja de ser elocuente que los países que más dificultades —incluso oposición— han presentado a la incorporación a la OTAN de Finlandia y, sobre todo, de Suecia, hayan sido dos Estados ausentes del Festival de Eurovisión, como Turquía (desde el 2013) y Hungría (desde l 2020), ya que su voluntaria salida del festival en gran medida refleja la desafección de sus gobernantes hacia ciertos valores promovidos por la Unión Europea y asumidos por Eurovisión.

Una vez más, en el Eurofestival se revelan las relaciones internacionales históricas y actuales, a cuya comprensión más honda nos ayuda el estudio de este longevo concurso.