Es uno de los dramas televisivos de los últimos años. Succession (HBO) ha seducido al público y a la crítica. Pero las series hay que saber acabarlas, no estirarlas. Y esta, que gente con criterio compara con culebrones míticos de los 80 como Dinastia, Dallas o Falcon Crest, llega a su fin.
Quedan tres capítulos para terminar la fascinante saga de los Roy. A las conjuras de Logan, un magnate de los medios hecho a sí mismo, maquiavélico, tiránico, despiadado, y sus cuatro hijos: Connor, un cero a la izquierda que sueña con la presidencia de Estados Unidos; Kendall, acelerado, inestable, dado a la ocurrencia, parvo; Roman, sarcástico, inseguro y sociópata; y Siobhan, apodada Shiv (que significa cuchillo en inglés), peligrosa, inteligente y muy pagada de sí misma, pero que siempre suele elegir mal.
Todos conspiran por suceder a su padre, al que aman y odian por igual. Montan conjuras, se traicionan, cambian de aliados y ponen en riesgo la supervivencia de una estructura empresarial gigantesca, que muchos han comparado con Disney o la Fox. La serie brilla por sus actores, Y por sus personajes secundarios, también capaces de dar cien puñaladas por minutos. Y recuerda al clásico de los clásicos, a Shakespeare y su Rey Lear, que también inspiró la inolvidable película Ran, de Akira Kurosawa.