El viaje a la Ítaca judicial
OPINIÓN
En ocasiones soplan vientos que nos llevan a lugares nunca antes vistos. A veces es en la incertidumbre donde podemos encontrar las mayores oportunidades. La constitución de la denominada mesa de retribuciones ha sido como vislumbrar nuestra posible llegada a Ítaca.
En estos veinte años de trayecto, los jueces hemos pasado por innumerables tormentas: hemos tenido una disminución de nuestra capacidad adquisitiva de más del 20 % de media; nunca se ha desarrollado el complemento de carrera profesional, a pesar de estar previsto legalmente como una forma de retribución, y hemos desempeñado las labores de guardia percibiendo, en la inmensa mayoría de los casos, entre cincuenta céntimos de euro y tres euros brutos por hora de guardia.
En este viaje de veinte años nos han llegado a bajar el sueldo un 9,73 % en mayo del 2010, de lo que hoy en día aún no hemos recuperado el 4,73 % de las retribuciones básicas.
Pese a todo ello, hemos sido silentes y leales. Estos años hemos intentado, desde la humildad, reclamar aquello que entendíamos justo. Es en el camino donde se aprende y se desarrolla la verdadera resiliencia.
En el avance hacia Ítaca hemos normalizado que perder salud laboral formaba parte del precio del trayecto. La litigiosidad en el año 2022 subió un 6,3 %; frente al 2,1 % que había crecido en el 2021. Sin embargo, la tasa de resolución (número de asuntos resueltos dividido entre número de asuntos ingresados) pasó del 1,01 % en el 2021 al 0,97% en el 2022. Esto es, aumenta la carga de trabajo al tiempo que se resuelve más que antes. Los jueces están haciendo un sobreesfuerzo al intentar llegar más allá de sus límites día tras día. Y lo hacen por una vocación de servicio público, no remunerada adecuadamente, que lamina sus expectativas profesionales y perjudica el más que legítimo desarrollo de sus proyectos vitales.
Teníamos la amarga experiencia de dos intentos de constitución de la mesa de retribuciones, en el año 2010 y en el 2018. En las que, sin elevar propuesta de revisión salarial alguna, nos mareaban, por irreal que pueda parecer, con la inclusión o exclusión de puntos en el orden del día o sobre la implementación de un reglamento que regulase la propia mesa de retribuciones. Se hubiera discutido hasta del sexo de los ángeles antes de actualizar los salarios de los jueces. Para colmo, en el año 2022 se convocó y se desconvocó, sin razón alguna.
Y, llegados a este punto, antes del tercer intento de constitución de mesa de retribuciones de los últimos 20 años, dijimos a nuestro interlocutor que no aceptaríamos más artificios. Dar oportunidades es un acto de generosidad, pero ser firme en las convicciones justas es un acto de sabiduría.
Los ministerios de Hacienda y de Justicia, conocedores de la pérdida de nivel adquisitivo de los jueces y fiscales de este país (en el año 2003 un juez cobraba siete veces el salario mínimo interprofesional y hoy no llega al triple), nos han hecho una primera propuesta que, aunque no alcanza a satisfacer las legítimas expectativas que nos han obligado a convocar una huelga indefinida a partir del 16 de mayo, supone dar un paso en la buena dirección. Estamos dispuestos a seguir avanzando sobre la base de esa propuesta, con la máxima lealtad y responsabilidad, para cambiar el curso de las cosas antes de que sea demasiado tarde y, por fin, poder arribar a un puerto en el que la Justicia sea, como nunca debió dejar de serlo, una verdadera prioridad.
La Justicia es una parte esencial del Estado y garantiza la protección de los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. Por lo tanto, es vital que se le dé la importancia y los recursos necesarios (humanos y materiales) para que pueda funcionar de manera efectiva e independiente. Merece la pena intentarlo y, si entre todos lo logramos, Ítaca podrá dejar de ser un lejano sueño para convertirse en realidad.