Dos fábulas sobre la atención primaria

Rosendo Bugarín MÉDICO DE FAMILIA

OPINIÓN

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

28 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Voy a narrar dos fábulas para entender (al menos en parte) la crisis de la atención primaria.

1. Érase una vez un reino en el que para cuidar de la salud de sus súbditos había un chamán de la muralla y un hechicero de la torre. A la mayoría de las personas las atendía el primero, mediante consejos y hierbas, mientras que a los pocos individuos que estaban graves los trasladaba al segundo sanador para que este los curara con una poción mágica. El problema es que, a medida que la gente conocía los beneficios de la pócima, no quería ser atendida por el chamán, sino que demandaba la derivación directa al hechicero. Al generalizarse las protestas, la reina decidió potenciar la labor del hechicero y aumentar la producción de poción mágica. Obviamente, los leves no mejoraban con la pócima; además, con el paso del tiempo comenzaron a crecer las esperas y, al tener que racionarla, los que estaban graves no tenían suficiente dosis para su curación. Esto generó una gran crispación social y un cortesano le explicó a la reina las causas del problema: el chamán de la muralla es muy bueno asistiendo al paciente leve, pero no lo es tanto en la atención de aquel que está muy enfermo. En contraposición, el hechicero de la torre es magnífico atendiendo al que está muy grave, pero fracasa en la atención del caso banal y, además, no los distingue. Ambos sanadores son necesarios y complementarios.

2. Tras comenzar a arder el bosque, los animales huían despavoridos del fuego y de pronto observaron que el colibrí iba y venía en ambas direcciones. El oso le dijo: «Colibrí, ¡qué haces, te vas a quemar!, ¡huye!». El colibrí le respondió: «Voy al lago, mojo mis alas y vuelvo al incendio para batirlas y echar agua sobre el fuego». Los animales lo llamaron iluso, le dijeron que así no iba a conseguir nada y que la culpa era de los responsables del bosque, que no habían invertido lo suficiente en medidas antiincendios, a lo que el colibrí respondió: «Ya, pero el bosque es mi hogar y yo hago mi parte».