El espectáculo está garantizado. Habrá que poner las cervezas a enfriar y preparar algo de picar o hacer unas palomitas. El Congreso será una fiesta. Twitter, si los recortes de Elon Musk no lo impiden, echará humo. Las tertulias no darán abasto. Y en los bares se olvidarán de debatir sobre la renovación del poder judicial. Por supuesto, hablo de la moción de censura de Vox.
Durante años maltraté el balón en un equipo entrañable de una liga de fútbol aficionado de A Coruña, la de la Asociación, con más reveses que victorias, salvo en el tercer tiempo. En una ocasión un compañero logró la hazaña de marcar tres tantos en propia meta en un partido. Uno de ellos desde el centro del campo. Por la escuadra. No tengo duda de que Abascal lo ha superado con el fichaje de Ramón Tamames como candidato. Es un magnífico autogol, una formidable troleada, apadrinar a un candidato que niega de forma taxativa el argumentario del partido y que irá por libre en la tribuna.
El exdirigente del PCE ve el cambio climático como la mayor amenaza para la humanidad, defiende que España es «una nación de naciones». Y no considera el Gobierno de Sánchez como «el peor de la historia» (le tiene «estima» al presidente). Para colmo, un borrador de su discurso fue filtrado a un medio de izquierdas, que él confundió con el de Federico Jiménez Losantos. ¿Sobrevivirá Vox al esperpento? ¿Será Tamames el agente infiltrado que lo destruya?