
La guerra de Ucrania es una encubierta guerra mundial de baja intensidad. Y digo bien, oriente contra occidente. No se limita a Europa o EE.UU. contra Rusia, hasta el más ciego lo ve. Naciones con miles de millones, como China o la India, sin contar países no alineados de África o América del sur, están del lado de Rusia o son neutrales. Son muchos para estar todos equivocados. Lo que sí está claro, es que Rusia no querrá perder y Ucrania tampoco puede ganar. No olvidemos que Moscú está solo a quinientos kilómetros. El mundo se ha olvidado de la crisis de los misiles en Cuba, y los cubanos, aún siguen bloqueados por atreverse a apuntar contra su vecino del norte. Quien está perdiendo, y va a perder aún más, será el pueblo ucraniano y el ciudadano europeo. Unos, los que están cerca del campo de batalla, muriendo, y otros, los que estamos alejados, padeciendo la gran carestía de la vida que ha generado una gran crisis económica, pobreza o incluso hambre. He aquí los perdedores. Como siempre, los de abajo. Países nada sospechosos como Alemania ponen en duda que la solución sea armar a Ucrania. Lógico, a Rusia no se le podrá encerrar en un mar interior sin salida al Mediterráneo y que Ucrania sea un ejemplo a seguir por parte de antiguas repúblicas soviéticas. Habrá que pactar y ceder por ambos lados. No podrá haber ganadores. Hasta sesudos militares lo afirman. Pero alguien está ganando. Los belicosos o los halcones, los que viven del armamento a ambos lados de la línea de combate, se estarán frotando las manos. Vuelven los que hacen negocio con el hambre y la guerra. Putin, el agresor, amenaza con la suspensión del desarme nuclear y rescatar la guerra fría. Ucrania, aprovechando la ocasión, solicita más armas y entrar en el mercado europeo, lo que sería la puntilla para un mercado que arrastra una crisis imparable. Terrible encrucijada, que solo se resolvería con algo que se llama diplomacia y negociación. El objetivo más inteligente sería democratizar, o europeizar, la gran Rusia, pero ya no existen líderes ni cerebros grises en la política mundial que lo propongan. El milagro pendiente de Fátima. Sería una utopía, pero bendita utopía en estos momentos tan mediocres. Pero esto no les gustaría a los que prefieren la guerra y viven de las crisis, perderían el negocio.