De yayas, adolescentes y feminismo

Nieves Lagares Diez EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS DE LA USC

OPINIÓN

Kiko Huesca | EFE

10 mar 2023 . Actualizado a las 08:10 h.

En esto del feminismo, empiezo a darme cuenta de que estoy más cerca de las yayas que de las adolescentes, del feminismo sosegado y tenaz que nos ha traído hasta aquí que del atolondrado y urgente que quiere conducirnos al futuro e invade la estrategia de algunos partidos. Y, sin embargo, creo que es en la convivencia y en la confluencia de ambos donde se encuentra el camino del siglo XXI.

Este 8 de marzo hemos estado divididas, sí, pero hemos estado todas; y aunque por caminos diferentes, todas hemos gritado por la igualdad y por la defensa de los derechos de las mujeres. Ya no era la explosión del 2018, pero era la institucionalización de un grito que ya no podrá relegarse en la agenda política. Las mujeres hemos tomado la calle para quedarnos, y ya nadie podrá retirarnos de ella.

El problema del feminismo, como el del ecologismo o el pacifismo en su día, es que cuando se incorporan a los programas y a la estrategia de los partidos tienen que adaptarse a dichas estrategias. No es algo nuevo, en 1983 la entrada de los Verdes en el Bundestag, con 27 diputados, desencadenó el primer gran conflicto en el movimiento ecologista alemán, entre fundamentalistas que querían quedarse al margen del Gobierno y los moderados que querían llegar a acuerdos con el SPD.

El problema de la incorporación de los movimientos sociales a la política práctica, y el feminismo es un movimiento social, es que la exigencia de los sectores fundamentalistas es, casi siempre, inviable en el ejercicio político para las mayorías.

No se puede legislar contra la inmensa mayoría de un país; por mucho que te den las cuentas, por mucho que forme parte de los acuerdos de gobierno, legislar contra la mayoría de los ciudadanos no es democrático, es puro dogmatismo, es creerse que la gente no sabe lo que quiere y tú tienes la única verdad; es sólo (con tilde) inmadurez, adolescencia política.

Pero también es verdad que esa adolescencia es el ansia que mueve el mundo, el entusiasmo que genera los cambios, y que una sociedad que margine esa riqueza está condenada a ser inútilmente conservadora.

Ni voto a Podemos, ni aprecio las políticas de Irene Montero, pero defiendo su valor, su impulso al ideario feminista, aun con errores, su derecho a equivocarse y el derecho de toda la sociedad a corregirla. Y a quien me diga que todo es una farsa estratégica para ser candidata, les diré que exactamente igual que cada una de las acciones de los otros partidos en torno a la ley, pura estrategia. Y luego, que cada uno vote a quien quiera.

Lo cierto es que el feminismo ha ganado la calle y se está produciendo un debate estratégico entre fundamentalismos y realismos, como siempre; y además hay otro debate de principios, que tiene que ver con la autodeterminación de género, que es un problema muy complejo y muy plural en su casuística; que no se puede solucionar por la vía de urgencia, pero tampoco aparcar ahí sin más, porque hay gente que sufre, hay una sociedad que no entiende e incluso hay niñas que mueren. Esto no va de quién tiene razón.