El sexo que tú quieras

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA TITULAR DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA USC

OPINIÓN

FERNANDO ALVARADO | EFE

08 mar 2023 . Actualizado a las 11:27 h.

Empieza a quedarme lejos la adolescencia, esa época de sueños y rebeldía en la que igual crees que el mundo no tiene otros límites que los que tú impongas, que al rato te sientes encerrada en la jaula que construyen tus propios agobios, tus complejos, tu asfixiante realidad que los demás son incapaces de comprender.

Como todas las adolescentes de mi tiempo, he disfrutado y sufrido ambos momentos, más intensos los agobios y más recordados, con el tiempo, los momentos de exaltación de libertad y la compañía. Y por eso me cuesta comprender las palabras de la secretaria de Estado de Igualdad y lo escandaloso que le parece que las jóvenes prefieran la penetración a la masturbación, como si ambas cosas fueran incompatibles, incluso estadísticamente hablando, y atribuyendo a dicha preferencia una orientación patriarcal sobre la sexualidad de las mujeres. El problema de estos feminismos desorientados y cortoplacistas es que acaban siendo más dogmáticos que el patriarcal-catolicismo de la España tenebrosa, y conciben solo una forma de encauzar la vida de las mujeres, la suya o la de su activismo estratégico.

Pensar que el sexo con penetración es producto del desconocimiento del cuerpo femenino, una tara que nos somete a las mujeres al dominio de una pareja masculina, encierra significados que solo relatan la confusión y la inmadurez de quien los enuncia. Y, por muy de moda y muy hegemónico que se haga este relato entre algunos feminismos de nuestro tiempo, encierra todos los defectos y el dogmatismo que critica. El problema de los feminismos que necesitan enemigos, y no me refiero solo al feminismo queer, del que tanto se habla en estos tiempos, sino a los feminismos polarizantes, a los que califican de machistas a todos los hombres que no piensan como nosotras, a los que confunden la penetración con el sometimiento al hombre, o los que asimilan a la familia tradicional con una imposición del modelo patriarcal dominante, es que para ellos lo importante es construir un adversario del que defenderse; porque solo la existencia del adversario construye el relato de nuestra acción política, y si la mayoría de las jóvenes piensan de otro modo es porque no hemos sabido educarlas —adoctrinarlas— suficientemente.

Sé que casi todos los temas que se abordan en el feminismo de nuestros días son difíciles, que tienen aristas, que es cierto que la familia tradicional tiene rasgos patriarcales, que nuestras sociedades están llenas de machismo, que los vientres de alquiler están vinculados a la pobreza femenina, o que el debate entre el mundo transgénero y el mundo cisgénero es complejo. Y por eso, precisamente por eso, porque no estoy lejos en los objetivos, me resultan más ofensivas la estrategia y la banalización. Tengo una madre progresista, de las de verdad, que me ha enseñado a ser feminista, agnóstica, de izquierdas, librepensadora y libre ejerciente en temas de sexo, al menos del que yo practico; y nunca, nunca, he tenido un orgasmo patriarcal, de esos de los que quiere liberar a las jóvenes la señora Rodríguez. Y espero y deseo que las jóvenes de nuestro tiempo sean aún más libres para ejercer su sexualidad con respeto, con afectos, con placer y con quien les dé la gana, aunque sea con ellas mismas, como desea la señora Rodríguez.