¿Cuánto de lo pagado por un producto se destina a generar empleo?
OPINIÓN
Al progreso le sobran las personas. Al menos eso parece. Cuando nos habíamos creído (unos más que otros) que los millones de empleados que trabajaban de peones en la construcción o de operarios en las fábricas serían recompensados con un hueco en la economía digital (¿realmente alguien creyó que todos ellos acabarían trabajando de community managers?) nos despertamos de nuestro pánfilo sueño: cientos de miles de despidos en todo el mundo en las empresas tecnológicas —en teoría inmunes a ese tipo de males— debido a la abrupta entrada en escena de la llamada inteligencia artificial. Y esto no ha hecho más que empezar: bancos sin personal, supermercados sin empleados, restaurantes sin camareros, gasolineras sin operadores, aviones sin pilotos… lo dicho, al progreso le acabarán sobrando las personas.
Según la Oxford Economics, la sustitución de personas por máquinas destruirá más de dos millones de empleos en la década siguiente. Y creo que se quedan cortos: para la OCDE el 12 % de los empleos españoles tienen posibilidad de ser automatizados (sobre 20 millones serían, solo en España, más de dos millones…)
La economía es como un videojuego en el que la tecnología hace que cambiemos de pantalla y empecemos a jugar con las nuevas reglas. La rueda, el hierro, el motor de combustión, la energía eléctrica, fueron avances que provocaron la destrucción del sistema anterior, implantando uno nuevo y ofreciendo nuevas oportunidades. Este trasvase suele tener un precio social proporcional, al tiempo que el sistema tarda en ofrecer nuevas alternativas. Y ese ajuste causa dolor y pasa una importante factura social (desde la Comuna de París a la Revolución rusa hunden sus raíces en la pobreza generada por la falta de oportunidades de un progreso industrial mal entendido).
Entramos en la era de la «digitalización» repitiendo, una vez más, el patrón del progreso por el progreso, haciendo la vista gorda a los efectos indeseados, quizá esperando que se solucionen solos, un planteamiento tan infantil como el que esperó que los combustibles fósiles no produjesen impacto medioambiental ni emitiesen carbono. Lo más grave es que se está subvencionando a través de los Next Generation (dinero de todos) la digitalización, o sea, obviar al ser humano de los procesos productivos. Si tenemos en cuenta que superamos los 8.000 millones de habitantes en el planeta, es el momento de preguntarse ¿qué estamos haciendo? Y si no sabemos bien a dónde vamos ¿a qué tanta prisa? Es cierto que lo hacemos de forma defensiva (China es la gran amenaza), pero es cierto que lo hacemos. ¿Cómo evitarlo?
Creo que nuestra forma de consumir es la clave. ¿No sería bueno que, como consumidores, tuviésemos la información de cuánto de lo que pagamos por un producto o servicio va destinado a pagar empleo? Yo preferiría un trabajo «hecho a mano» a otro «hecho a máquina». Y como yo, creo que la inmensa mayoría de la sociedad... Estamos a tiempo.