Adolescentes: ¿es un berrinche o una enfermedad mental?

Santi Vilas, estudiante de 16 años ALUMNO DEL INSTITUTO DE EDUCACIÓN SECUNDARIA EUSEBIO DA GUARDA DE A CORUÑA

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

28 feb 2023 . Actualizado a las 10:24 h.

El suicidio de una de las dos gemelas en Barcelona ha vuelto a poner el foco en la salud mental de los adolescentes. El debate generado es muy oportuno porque no hace falta más que frecuentar un instituto para constatar que la felicidad es algo, para algunos, inalcanzable. En muchos casos, el mayor miedo de un adolescente es uno mismo. Son muchos los que dudan de sí mismos y no se atreven a comunicar lo que sienten. Es fácil constatar cómo las crisis de ansiedad, la falta de autoestima o incluso las autolesiones están a la orden del día en entornos escolares. Desde mi punto de vista, el de un alumno cualquiera, los problemas se dan por cuestiones sencillas: exámenes que no salen como uno desearía, estragos familiares o crisis relacionadas con el plano social. Lo que empieza siendo un contratiempo termina por convertirse en una tragedia. A partir de ahí, la vida se hace cuesta arriba.

Uno de los mayores retos a la hora de apreciar estos problemas es saber discernir entre un «berrinche de la edad del pavo» y una enfermedad mental. A menudo, los adultos banalizan los problemas de los adolescentes y gran cantidad de jóvenes se sienten ignorados. Para revertir esta sensación, nos hace falta pedagogía y optimismo. No son frecuentes las voces que nos animen y nos hagan ver que la vida también es disfrutable a nuestra edad. Y, créanme, lo es.

Para alcanzar el bienestar hay que hablar de emociones. El problema es que no es un tema precisamente habitual en el ambiente escolar. Es llamativo que en la edad más convulsa de la vida no se nos den los recursos suficientes como para saber interpretar nuestras propias emociones. No se nos enseña a entendernos a nosotros mismos. De hecho, exceptuando dos sesiones de un «círculo de diálogo», en las que cada uno habló de sus preocupaciones, el máximo acercamiento a la salud mental en todo primero de Bachillerato ha sido para tratar los desvaríos de don Quijote.

El problema no es solo una cuestión de comunicación. También falla el modo de tratar el asunto desde el punto de vista institucional. A nuestros profesores, que siempre que se plantea un problema de salud mental lo atienen con todo su empeño, no se les instruye en esta materia. Por ello, no tienen por qué saber si alguno de sus alumnos pasa por un mal trance.

Si todos hemos asimilado que cuando hay sangre se necesita una tirita, debemos tener claros los síntomas que denotan una débil salud mental. Así, podremos ayudar a quien lo necesite y conseguir que vea la luz al final del túnel.