Terremotos: la naturaleza no mata, mata el hombre

M. Regueiro y González-Barros PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

María Pedreda

09 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando escribo estas líneas, miles de turcos y sirios siguen enterrados entre escombros. De los 1.000 muertos iniciales se ha pasado a los 11.100 (8.574 personas en Turquía y 2.500 en Siria, y hay 56.000 heridos (49.000 solo en Turquía). Si, como dicen, han caído 8.000 edificios durante la noche de los dos terremotos y sus réplicas, un simple cálculo de 100 personas en cada edificio augura que este será el mayor desastre de la historia de Turquía, ya que, entre otras cosas, en las zonas afectadas vivían 15 millones de personas, según su embajada en España (en el de Ízmit en 1999, con un sismo de similar intensidad, murieron 17.000 personas).

Por cierto que para sismos de intensidades sobre 6,9 como los que han ocurrido no se usa la escala Richter, sino la de Magnitud de Momento que es más precisa con sismos muy potentes. El mayor de los dos sismos, de 7,8 de magnitud de momento, liberó una energía equivalente a 1.280.000 toneladas métricas de TNT. Ahora solo queda mandar a las zonas devastadas ayuda urgente, como se está haciendo desde España y desde todo el mundo. No queda otra que intentar salvar la mayor cantidad de vidas. Tiempo habrá para meditar sobre las consecuencias de lo que ha pasado y por qué ha pasado.

Sin duda —al menos en Turquía—, se suponía que se había avanzado en seguridad desde el desastre de 1999, pero si han caído tantos edificios hay que empezar ya a considerar que cualquier plan de reconstrucción deberá fundamentarse en el empleo de normas modernas y estrictas, y siempre comprobando que se cumplen o diseñando las nuevas ciudades lejos de las zonas de mayor riesgo, que son muy conocidas desde hace mucho tiempo. En esto, además, pueden ayudar países muy avanzados como los Estados Unidos (en California llevan décadas esperando lo que ellos llaman el Big One) y Japón, un país especialmente preparado para los sismos dado el lugar geotectónico en que se encuentra. Pero también es necesario formar a los ciudadanos desde la escuela en el riesgo y en lo que hay que hacer en caso de que se produzca un terremoto.

Sería positivo invertir más en ciencia si, como dice la Comisión Europea a la vista del desastre, hay que estar más preparados para los riesgos naturales. Los terremotos no se pueden predecir, pero cada vez se sabe más sobre ellos y las nuevas técnicas de detección (ionización por micro fracturación, emisión de gases como el radón). También se dispone de nuevos sistemas de anticipación, con sismógrafos muy sensibles y las nuevas teorías sobre un posible funcionamiento acompasado de las grandes placas tectónicas. Todos estos instrumentos, junto con el empleo de la inteligencia artificial, deberían dar resultados útiles en los próximos diez años.

Los ciudadanos que vivan en zonas de riesgo deben estar informados, las autoridades deberían planificar las ciudades con responsabilidad. Porque no, la naturaleza no mata, mata el hombre.