Una economía contradictoria

OPINIÓN

Vega Alonso | EFE

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La característica más impactante del actual momento económico español es la contradicción que se observa entre unos y otros datos, incluidos aquellos a los que los teóricos les atribuyen una dinámica forzosamente correlativa. Somos la economía que más crece de la UE, pero también somos los únicos que no hemos alcanzado el PIB que teníamos en el 2019. Creamos más empleo que nadie, pero también acumulamos más paro que nadie. Tenemos el Gobierno que destina más recursos a gobernar para la gente, pero todos los índices de desigualdad, vulnerabilidad de las familias y los niños, dependientes desasistidos y pobreza energética han aumentado de manera preocupante.

Tenemos la inflación más baja de la UE —de la que hablaremos después—, pero somos incapaces de controlar la inflación subyacente, que es la que más impacta sobre las rentas bajas. Dedicamos ingentes cantidades de dinero a subvencionar el transporte, los combustibles fósiles, las facturas de la luz, la rebaja del IVA de la cesta de la compra, los videojuegos de los adolescentes, las rentas mínimas y los cheques a las familias, pero todo indica que del conjunto de las medidas paliativas salieron más favorecidas las rentas medias que las bajas. Generamos más empleo, pero no aumentamos el volumen de la renta salarial. Hacemos enormes alardes de subidas —como las pensiones, el salario mínimo y los sueldos de los funcionarios— sin que en ninguno de los casos se mantenga el poder adquisitivo. Et sic de aliis, como dirían los clásicos.

Mientras estamos recibiendo las mayores inyecciones de dinero barato o regalado por la UE, aumentamos la deuda pública y el déficit financiero del Estado hasta posiciones de alto riesgo. Y, mientras presumimos de gobernar para la gente, el incremento de los ingresos del Estado está haciendo pasar por las arcas públicas, de manera ineficiente, una parte importante del dinero que recuperamos por las «generosas» ayudas sociales. Ejemplo máximo de esta contradicción fue el sermón pronunciado por el presidente del Gobierno en el Senado, quien, tras mostrarse henchido de éxito por su gestión económica, no tuvo inconveniente en describir un panorama social tenebroso cuyas culpas achacó a los bancos, las grandes empresas y las comunidades autónomas del PP, que, jugando a la contra de los subsidios, chafan de manera injusta el papel salvífico que el Gobierno se atribuye.

Lo más curioso es que nadie es capaz de diagnosticar la causas de estas contradicciones, que incluso se analizan —porque nos permiten ir tirando con tanta despreocupación como alegría— como un éxito incuestionable frente a la crisis derivada de la pandemia y la guerra de Putin. Y nadie dice, tampoco, que la falsa contradicción gestora que algunos mostraron en los telediarios —«tenemos el paro más alto y la inflación más baja»— puede ser lo único coherente. Porque, si mucho no me equivoco, estamos controlando la inflación con el paro, astucia inenarrable que demuestra el desequilibrio de una economía fuertemente intervenida.