Marruecos, el vecino incómodo

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

D.Zorrakino. POOL | EUROPAPRESS

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde la llegada de la democracia a España, Marruecos siempre ha sido un foco permanente de conflicto. Un vecino de baja catadura democrática al que nunca sabes muy bien qué trato dispensar: si contemporizar con paños calientes, si tenderle la mano o si llegar a las manos como en Perejil. No tienes que llevarte bien con él, pero tampoco puedes llevarte mal. Primero, porque es tu único vecino en el edificio: con Francia y Portugal, aparte de diferencias puntuales, compartes piso, valores y trozos de soberanía. Segundo, porque puede amargarte la existencia con su probada capacidad de chantaje, ya sea abriendo el portal a diez mil indigentes para que ocupen tu casa, ya sea espiándote por el ojo de la cerradura o ya sea reclamándote por las bravas los aposentos de tu vivienda que considera suyos. Y aún existe una tercera razón para intentar conllevar la penitencia: el casero norteamericano exige que nos llevemos bien. Washington no quiere trifulcas ni sobresaltos en el Magreb, porque la pieza marroquí desempeña un papel fundamental en su estrategia para el Oriente Medio.

Supongo que ahí radican los motivos del giro copernicano del Gobierno en su relación con Rabat. El salto de una política idealista a una política realista: la realpolitik, concepto acuñado por Bismarck pero que tiene ilustres precursores como Maquiavelo o la raison d'etat del cardenal Richelieu. Las relaciones internacionales no se basan en premisas éticas y morales, ni en sesgos ideológicos, ni abren paréntesis al percibir déficit de derechos humanos, ni excluyen como interlocutores a las dictaduras. Van a lo que van. Cuando Biden se ve apurado, negocia cuotas de petróleo con el bolivariano Maduro. O bien, nosotros mandamos al rey Juan Carlos a negociar el AVE a La Meca con la teocracia saudí. Lo que no quita que, a ojos de la ciudadanía con un mínimo de conciencia social, repugnen las concesiones al vecino incómodo. La más grave: abandonar el Sáhara Occidental a su suerte. La más repelente: ordenar a los eurodiputados socialistas que voten contra la condena a Marruecos por violación de derechos humanos y presunta implicación en sobornos a instituciones comunitarias.

Los primeros logros de la realpolitik se pusieron de manifiesto en la cumbre hispano-marroquí. La relación mejora: se evitó el enojoso asunto de la soberanía, crece el comercio y disminuye la inmigración irregular. Se abre una prometedora rendija a la participación de empresas españolas en el multimillonario plan de inversiones de Marruecos. Lo que no entendí fue la perceptible frustración de la delegación española por la ausencia del rey Mohamed VI. Como tampoco el rictus de satisfacción del PP por lo mismo. ¿Para qué quería Sánchez esa foto en su álbum personal? Vale que tengas que asistir a la junta de la comunidad, pero encima posar, risueño y agradecido, al lado del vecino chantajista parece masoquismo. Puestos a elegir, aunque fuese por exclusivo interés electoral, yo optaría por retratarme con el líder del Frente Polisario. Una quimera, ya lo sé: lo impediría mi vecino.