Un país de propietarios

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

J.L.Cereijido | EFE

02 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Al final de la autarquía, José Luis Arrese, falangista y franquista, al frente del Ministerio de la Vivienda, se propuso hacer de España un país de propietarios y no de proletarios. El régimen tomó nota y legisló en tal sentido, pero ambos logros no comenzaron a alcanzarse hasta dos décadas después de la muerte de Franco, coincidiendo con el primer impacto del neoliberalismo en España. De hecho, el optimismo neoliberal de los noventa se sustentó sobre las plusvalías inmobiliarias.

Entre 1995-2008 se construyeron más de cinco millones de viviendas. Mientras los precios se multiplicaban por tres y los créditos inmobiliarios por diez, los promotores se forraban y las familias se hipotecaban. Una vivienda en propiedad no solo significaba una residencia propia, sino un bien patrimonial y un aval para acceso al crédito. Ocho de cada diez familias adquirieron una, y dos de cada diez un par de ellas. La clase media española se identificaba más por la propiedad inmobiliaria que por el trabajo o el salario. Si una familia era propietaria de una vivienda, se consideraba de clase media; si era propietaria de dos, se consideraba de clase media-alta.

Con la crisis del ladrillo disminuyeron las obras y aumentaron los desahucios. La antigua clase obrera, reconvertida al sector servicios, también se había hecho con un pequeño patrimonio inmobiliario. Cuando los empleos indefinidos vinieron a menos, echó mano de los activos familiares y continuó sintiéndose clase media gracias a la revalorización inmobiliaria. Incluso pudo alquilar sus viejos pisos de protección oficial a los inmigrantes que arribaban al país en oleadas sucesivas.

En España el falangismo, el franquismo y el neoliberalismo tuvieron la habilidad de desviar la atención del individuo a la familia. La familia casa quiere, la casa es patrimonio y el patrimonio puede dar rentas. El país se llenó de propietarios y pequeños rentistas. Quizás ahora sea un país de propietarios, aunque tal vez nunca fuese un país de proletarios.