
Érase una vez un joven indio emigrante que dormía en el estudio de arquitectura de su jefe en París y solo comía aceitunas y queso porque no tenía dinero. Ese chico, Doshi, acabó diseñando barrios para más de 80.000 personas. A sus 23 años, decidió ir a Londres para acabar sus estudios de arquitectura. No se llegó a matricular porque se fue a París a trabajar con el maestro suizo que estaba cambiando el mundo: Le Corbusier. «Imagina que hay alguien mejor que tú trabajando detrás de ti», le decía. Doshi nos lo repetía después a sus empleados en la India. Tuvo una energía y un carisma extraordinarios toda su vida. Una tarde, después del trabajo, en el jardín de su estudio de Ahmedabad, le pregunté a Yatin Pandya, la mano derecha de Doshi: «Yatin, ¿cómo lo hace?, ¿cómo puede estar tan bien, tan fresco, todos los días con 80 años?». Contestó muy serio: «Una buena rutina: desayuna todas las mañanas con su mujer con calma, da un paseo, después viene al estudio y hace que todo fluya aquí. Disfruta del trabajo, con los clientes, incluso en las situaciones duras».
Hace un mes estuve en Suiza con Peter Zumthor. Curiosamente, su padre era carpintero, igual que el de Doshi. Curiosamente, otro innovador desde la tradición. Curiosamente, otro arquitecto que tampoco llegó a terminar sus estudios. Y, curiosamente, los dos llegaron a recibir el premio Pritzker (el mayor reconocimiento para un arquitecto). Hablamos durante más de una hora sobre Doshi, sobre la identidad de la arquitectura local que creó en la India y sobre las relaciones con los artesanos que construyen con sus manos. Todos admirábamos al maestro indio.
Le Corbusier, el que había sido el gurú de Doshi, hablaba de «descubrir el futuro en el maravilloso pasado de los artesanos, gentes que llevan estiércol en los zuecos y espíritu en la mente». Aquel joven emigrante indio, Balkrishna Vithaldas Doshi, volvió a su hogar para mezclar las raíces y el sentido común de la arquitectura de su tierra con la modernidad más radical y cambió la arquitectura de su país para siempre. La India llora ahora al maestro del sentido común, que nos acaba de dejar con 95 años.