Polarización, la droga oculta

Patricia Fernández Martín PSICÓLOGA CLÍNICA DIRECTOR DE LA VOZ DE ASTURIAS

OPINIÓN

FERNANDO VILLAR | EFE

25 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La consultora LLYC acaba de publicar un estudio titulado The Hidden Drug. Versa sobre el poder adictivo de la polarización del debate público. La define como la nueva droga oculta que engancha. Los expertos en psicología la describen como un proceso mediante el cual las diferencias de opinión entre dos o más grupos se hacen cada vez más extremas.

El proceso de polarización es complejo. Necesita de la interacción entre factores individuales y sociales. Surge en un contexto de adversidad como el actual (pandemia, guerra en Ucrania, crisis energética…) y afecta principalmente a individuos con tendencia al pensamiento rígido. Esta distorsión cognitiva caracteriza a quienes simplifican de forma extrema la realidad para sentir más control sobre la situación. Normalmente, la realidad flexibiliza las creencias. El problema actual es que estamos expuestos a lo que queremos ver, por lo que ese proceso de flexibilización queda interrumpido. El sesgo de confirmación al que nos someten las redes sociales hace que la gente con tendencia a la polarización se sienta en especial armonía porque hay muchas personas que piensan así. Jonathan Heidt habla de ello en La mente de los justos.

Aunque nadie está libre de vivir con esta droga, hay personas más propensas. Caracterizadas por tener poca tolerancia a la frustración y una menor satisfacción con la vida. La polarización llena enormes vacíos porque es una excusa para no pensar. Construyen buena parte de su identidad sobre estas clasificaciones contundentes. Aunque la realidad les demuestre que están equivocados, se resisten a abandonar sus ideas. Además, sirve para ser etiquetados como miembro de un grupo. Varios experimentos de psicología social, como los de Milgram o Zimbardo, lo demuestran.

Las personas polarizadas no son conscientes de que lo están. Incluso piensan que son los demás los que tienen este problema. Los afectados pueden tomar decisiones inadecuadas, poco prudentes y/o poco cívicas. Fomenta mayores sentimientos de hostilidad y/o ira que correlacionan con un bienestar más bajo y con un menor número de emociones positivas.

Cuanto más polarizadas están las personas, más dispuestas se muestran a propagar desinformación. La exposición a esta clase de contenidos engancha desde las emociones más básicas, como el miedo y la rabia. Las condiciones donde predomina el anonimato lo fomentan. Cuanto más radical sea el mensaje del polarizado, mejor queda posicionado su punto de vista. La persona en cuestión disfruta de la gratificación inmediata, pero no mide las consecuencias a largo plazo. Quiere huir de estados emocionales negativos, como los disgustos o las preocupaciones, buscando un mensaje de aprobación. Cuando no consume contenido polarizado, siente como un síndrome de abstinencia que le hace perder el control.

La polarización no aporta tranquilidad ni serenidad a la población. La salud mental poblacional se traduce en una sociedad bien articulada, con redes y lazos afectivos sanos entre las personas. Por tanto, es necesario reflexionar sobre las medidas para prevenirla y evitar que esta se extienda. La primera es creer que nadie es inmune a este proceso.