Murió el «procés», no el independentismo

Erika Jaráiz Gulías
Erika Jaráiz Gulías PROFESORA TITULAR DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO

OPINIÓN

María Pedreda

24 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El Equipo de Investigaciones Políticas de la USC, al que pertenezco, acertó en el 2015 a separar analíticamente el procés de la independencia de Cataluña, demostrando en un libro titulado Cataluña en Proceso que había muchos catalanes partidarios del procés que no eran independentistas.

  Aunque ya todos los estudiosos han caído en la cuenta de la diferencia entre ambos constructos, lo cierto es que tantas veces el lenguaje de la política lleva implícita esta confusión, a veces intencionada, otras no.

El proceso soberanista de Cataluña es eso, un proceso, una ruta, una estrategia para llegar a la independencia, pero no es la independencia misma. Es una ruta estratégica con dos lecturas que contempla la existencia de un sujeto con capacidad de decidir. Para los nacionalistas, el sujeto es la nación catalana, dotada de soberanía, con derecho de autodeterminación, y con capacidad unilateral para ejecutar ese derecho a través de un referendo. Para los no nacionalistas, el sujeto es Cataluña, maltratada por un Estado que les roba, con una ciudadanía que reivindica sus derechos participativamente, y que tiene derecho democrático a votar y decidir en referendo.

El independentismo, nos guste o no, es una idea legítima, democrática y legal. Lo que no es legal es la vía de la unilateralidad que contempla el procés, como tampoco es democráticamente legítimo obviar de manera unilateral las normas y las instituciones que nos hemos dado juntos, colectivamente.

Aun así, el procés ha sido la mayor estrategia movilizadora de Cataluña en la democracia; hizo crecer el nacionalismo y mucho más el independentismo; pero también ha sido el principal motor del incremento de la extrema derecha en España y el mayor eje de polarización de nuestro tiempo.

Los que se han alimentado de procés no quieren que desaparezca y tratan de confundirlo con el independentismo, pero lo cierto es que, aunque el independentismo siga fuerte, el procés ha muerto. Ha muerto la estrategia común nacionalista que hiciera que CiU, ERC y CUP caminaran por la misma senda, obviando las diferencias izquierda y derecha para hacer de la independencia de Cataluña su único objetivo.

Ha muerto la movilización ciudadana, la alegría de los primeros años, el procés familiar, con cerca de dos millones de personas en manifestaciones lúdicas, para todos los públicos; ahora son los políticos y los jóvenes radicales los que tratan de mantener la antorcha del independentismo, con una performance escasamente seductora. Y ha muerto la opción de la unilateralidad, porque la lectura no nacionalista del procés, la que tenía por sujeto a la ciudadanía democrática, se ha desenganchado, incluso a nivel emocional, y si hubiese otro referendo unilateral irían la mitad de los que lo hicieron el 1 de octubre.

Por eso ha muerto el procés, porque era solo eso, un proceso, una estrategia; y cuando falla, se pasa a otra; y por eso también, algunos lo confunden con el independentismo, porque se alimentan de él, porque forma parte de su propia estrategia.