Julia Otero, sabor «vintage»

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

19 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que vuelven a estar de moda las viejas cámaras de fotos anteriores a la era digital; es decir, las de carrete «de toda la vida». Algunos jóvenes se habrían cansando de la facilidad de disparar con el móvil, que se traduce en acumular miles —decenas o cientos de miles— de imágenes, la inmensa mayoría insustanciales y sin valor alguno, más allá de enviarlas por WhatsApp o subirlas a las redes sociales para decir «aquí estoy». En contraposición, el disponer de un número limitado de disparos, tener que esperar al revelado y no saber qué se encontrarán cuando finalmente tengan las fotografías físicamente en su poder les parece lo más. O eso es lo que dicen.

Algo similar estaría ocurriendo con los antiguos teléfonos móviles de concha: sus objetivos tan básicos, a años luz de la sofisticación de las triples y cuádruples cámaras de los smartphones actuales, gestionadas por inteligencia artificial, consiguen unas instantáneas medio borrosas y con grano que recuerdan a la fotografía artística; o a esas imágenes que se consiguen con las cámaras lomográficas o las viejas Polaroid, con fugas de luz, desenfoques, colores saturados o degradados... tan apreciadas por algunos espíritus sensibles.

Esto no es nuevo, ya pasó con los vinilos e incluso con los casetes, aunque hace poco le enseñé un walkman a mi hijo y me preguntó si era un disco duro. Pero es como la moda, todo vuelve y todo se va de nuevo, ayer los pantalones pitillo eran lo más y hoy si te pones unos es que «estás fuerísima», pero guárdalos en un armario por si acaso.

Entre las cosas que han perdido su función con el paso del tiempo está la televisión. Entiéndanme, no me refiero al aparato en sí, sino a la programación de las cadenas convencionales. Pero Julia Otero ha debido de ver el filón de lo vintage y cree que jóvenes y mayores van a plantarse ante la caja tonta para ver un refrito de viejos, viejísimos, momentos catódicos, empezando por Uri Geller y su cucharilla en el Directísimo de José María Íñigo. Algo que está al alcance de cualquiera en YouTube. Da igual, me llevo a un par de famosetes (Lolita, Paco León...) y se lo coloco a RTVE por la módica cifra de 400.000 euros por episodio (multipliquen por 13). Hay cosas que no se conservan bien ni con naftalina.