Si yo estuviera ahora dando clases a los niños del instituto, a esos adolescentes que se esconden en TikTok, les explicaría el temario de las cantigas de maldizer con Shakira. A lo bizarro de Bizarrap, seguro que entendían a la de una cómo es el arte de trobar. Se adentrarían en la lírica galego-portuguesa con esos paralelismos tan actuales, y así, solo con la loba de Barranquilla, verían que se puede hacer una cantiga de amigo «con su barbita y su cosa tan redondita» o afilarse la lengua en el escarnio de los sobreentendidos. Eso es lo que ha hecho esta juglaresa del siglo XXI que, como las de la Edad Media, también «factura», aunque de otro modo. Shakira ha desplegado su ironía, su veneno satírico para, a lo Airas Nunes, bajarse al barro de lo personal. Y despechá y alocá, como es la moda, se ha empoderado en la burla pública que tan bien conocían nuestros trobadores galego-portugueses. La colombiana, con su referencias «claras», pero escondidas en los juegos de palabras, ha levantado toda la gracia y la furia que guarda la lírica. Que, ojo, tiene la mala baba también en su definición: cantar para lastimar, para denunciar, para herir. Para dañar al Twingo y al Casio. Y de rebote, a la suegra, que le ha quedado como «vecina». Sin piedad y para que le sal-pique, Shakira se empodera en el desprecio de la burla, en un guiño tuneado de Paquita la del Barrio y «su rata de dos patas». No inventa nada, pero ¡qué desahogo el maldizer de esta nueva trobadora!