La doctora le recriminó que hubiera ido a verla

Cartas al director
Cartas al director CARTAS AL DIRECTOR

OPINIÓN

Sandra Alonso

11 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Maltrato a los pacientes 

Esta es una (otra) historia de cómo las políticas y gestiones sanitarias nos casi destruyen y nosotros completamos la demolición. Es la historia de un hombre de 63 años, trabajador, diligente con sus impuestos y con un historial inexistente sanitario que acude al punto de atención continuada (PAC) de Santiago, donde se atienden las urgencias fuera del horario de atención del médico de cabecera. Este hombre acude porque esta vez se encuentra mal: ha estado en casa varios días con una infección respiratoria, a la espera de mejoría. Pero se encuentra peor. Se debe de encontrar muy mal. En el PAC, se produce la demolición. La médica que le atiende, no le hace sino regañar por haber ido a ese lugar y no a su médico de cabecera. El hombre se queda desconcertado («¿acaso no están para eso?», piensa), y tras una exploración física llena de enfado en la que no se le registra ni la saturación de oxígeno (tiene falta de aire y en la farmacia a la que había acudido previamente le dijeron que su saturación era baja y debía acudir al médico) le da un jarabe y las ganas de no volver. Más allá de la cuestionable atención sanitaria, resulta frustrante ver cómo el personal médico denigra y castiga a los pacientes. A lo largo de mi experiencia laboral (soy de Santiago pero ahora trabajo como médica de familia en Canarias), sobre todo como residente, he visto a numerosos médicos «regañadores»: emplean la mayor parte de la consulta reprendiendo al paciente por haber solicitado atención sanitaria. Algunas veces con razón y otras sin ella, pero la mayoría de las veces faltando en las formas. El sistema sanitario está colapsado, lo que contribuye al malestar de los trabajadores. Lo que no puede ser es que los trabajadores contribuyan al malestar de los pacientes y no a su antónimo, el bienestar. Él dice que no volverá. El sistema se colapsa y los pacientes también. Raquel López Bouzas. Santiago.

 Galicia y su potencial reserva de agua

En España hay 16 cuencas hídricas, con 362 embalses y con una capacidad de almacenamiento de 56.000 hm3, siendo la situación actual de reservas de 23.552 hm3 (42 %). Entre 1980 y 2022 las lluvias en general estuvieron por debajo de un 25 %, salvo en la comunidad de Galicia, oeste de Castilla y León y en la provincia de Cáceres, que se mantienen en niveles más normales. Galicia cuenta con una capacidad de reserva hídrica de 3.220 hm3, alcanzando hoy el 72 % de su capacidad con 2.318 hm3. Se encuentra en un corredor de borrascas en posición intermedia entre el anticiclón de las Azores y las borrascas de Gran Bretaña, situación privilegiada que hace que las lluvias caigan sobre el «no» peninsular. Y aunque en los últimos años ha disminuido algo la pluviometría en esta comunidad, sin embargo si nos fijamos en la estación de otoño, tradicionalmente ha sido lluviosa, sobre todo la del 2022 donde se ha llegado a recoger 900 dm3/m2. Esta cantidad caída en otoño permite asegurar que el año pluviométrico 22/23 va a estar dentro de los parámetros de años normales, es decir superando los 1.200 dm3/m2. Con este volumen anual y en base a la superficie del territorio, la pluviometría en la comunidad gallega rondará los 36.000 hm3. Si descontamos el 70 % debido a la evapotranspiración, la escorrentía por ríos y arroyos, la transpiración de las plantas y la infiltración en el subsuelo recargando acuíferos, podríamos obtener un aumento de las reservas de hasta los 10.800 hm3. Estos datos reflejan la posibilidad de aumentar la capacidad de reserva hídrica en Galicia, aprovechando no solo esas importantes borrascas otoñales, sino la topografía, las características de los suelos, la intensa vegetación y la facilidad de aprovechar las innumerables cuencas naturales que existen en la región. De esta forma, evitaríamos las preocupantes restricciones de la época estival, tanto para el consumo humano, como para el uso de la agricultura y la industria. José Miguel Lara. Poio.