Llueve sobre mojado. Esta vez ocurrió en Vigo y mañana sabe Dios dónde. Dos vecinos avisan al propietario de un inmueble en venta que dos individuos le están reventando la puerta y okupando su casa y, pese a avisar a la policía dentro del plazo de 24 horas, el dueño tiene que esperar varios meses a que un juez proceda al desalojo. Los okupas le dijeron al dueño que no se irían de la casa hasta que lo sentenciara un juez pues eso es lo que le había dicho su abogado.
Seguro estoy que ningún letrado les ha dado semejante consejo. Lo que ocurre es que Google se ha convertido en la fuente de información más socorrida que nos podamos imaginar. Allí se encuentra todo, pero el problema radica en saber interpretarlo. ¿Cuántos médicos reciben la visita de un paciente exigiendo ser operado de, pongamos por caso, una cadera, sin que el facultativo haya visto radiografía alguna? ¿O abogados que recibimos a clientes que ya vienen con la lección aprendida sobre el enfoque que hay que darle al pleito sin dejar opinar al letrado?
¿Explíqueme su asunto o dígame cuáles son sus síntomas? Pregunta uno u otro profesional. No nos extrañemos si de malas maneras nos responden que actuemos como él nos ha dicho. Lo ha visto en internet y no hay nada más que hablar. Que no tiene tiempo que perder, dado que el poco que tenía lo dejó navegando por la red para saber cuál es su dolencia o la forma procesal correcta de enfocar su pleito. «Ahora va a resultar —afirma el impaciente paciente o cliente— que sabe usted más que un ordenador».