Venezuela-Galicia: bombas silenciosas

Cartas al director
Cartas al director CARTAS AL DIRECTOR

OPINIÓN

Miguel Gutiérrez | EFE

05 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

También pensamos que Venezuela nunca estallaría

Yo no he elegido a mis suegros. Quizás haya sido una suerte porque así el destino me ha puesto por delante a unas personas maravillosas con una familia estupenda y unos valores arraigados. ¡Qué más podría decir de la primera familia acogedora de Galicia! Y es a través de ellos que he podido conocer y vivir de primera mano como, efectivamente, hay bombas que matan, como las que están arrasando Ucrania y como hay otras que no explotan, que no hacen ruido pero que también matan lentamente, como es el caso de Venezuela. De allí es la familia, un padre y un hijo, que ahora acogen en la casa familiar. Intentaron huir de la miseria a la que este dictador ha sumido a su país, un país primer productor de petróleo del mundo, el más rico en oro pero con un umbral de pobreza social por encima del 42 %. Por desgracia, su mujer y su otra hija no lo superaron. Les podemos llamar bajas colaterales. Pero en realidad son personas, seres humanos que han visto su patrimonio, su modo de vida y su dignidad quebrada por un auténtico dictador moderno que suspendió el movimiento para revocar su mandato en 2016 y que en 2017 se atribuyó a través del Tribunal Supremo de Justicia las funciones de la Asamblea Nacional en un autogolpe de Estado. A medida que este hombre enjuto me iba contando su historia, los paralelismos con el Gobierno de Sanchez-Podemos se iban haciendo más evidentes. Ellos también pensaron que jamás pasaría. Pero pasó. Hay bombas que explotan y matan, pero cuidado porque también hay otras que lo hacen silenciosamente y cuando nos damos cuenta nos explotan en forma de autoritarismo, tiranía y totalitarismo. Luis Asenjo Pérez. Vigo.

  Un rey en su cartón

Hay que ver con qué naturalidad y contundencia se iguala el final de los seres humanos. Ya sean poderosos o anónimos. Acabamos de verlo en los medios de todo el mundo: una reina que parecía eterna con sus valiosísimas joyas y manto de armiño, un santo papa en el mármol vaticano, un glorioso futbolista convertido en leyenda, un ciudadano anónimo famoso entre los que le quisieron. O un mendigo, rey en su cartón. Todas y cada una de estas personas pertenecen a la especie humana. La circunstancia es tan seria como igualitaria, pero sin ministra de Igualdad. Llama la atención de qué forma todas las sociedades se empeñan en diferenciar, por todos los medios posibles, a unos de otros, cuando ya están exactamente en la misma e ineludible circunstancia. Si la vida humana, y solo por el hecho de serlo, merece el mismo respeto y consideración, es incomprensible que nos empeñemos en marcar diferencias tan grandes, casi faraónicas entre semejantes. Está claro que las sociedades no experimentaron tantos cambios como intentamos hacer creer. Y no somos nada originales porque las pirámides fueron construídas hace más de 2000 años antes de Cristo. Y con la misma finalidad: extender la gloria humana fuera del tiempo. M. J. Vilasuso. As Pontes.