«As bestas»

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

MIGUEL VILLAR

17 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Es difícil encontrar en la naturaleza un ser más noble que el caballo. Grandes héroes de la historia deben sus glorias a su cabalgadura. Ni siquiera Alonso Quijano sería el mismo sin Rocinante. Calígula le ponía un collar de piedras preciosas a Incitatus e incluso hizo ademán de nombrarlo cónsul, para descrédito de los políticos de su tiempo. Mi abuelo materno, que era catedrático de la vida en animales y pleitos, explicaba cómo se podía domesticar una yegua salvaje. Había que cubrirle los ojos, indicaba, y uncirla a un pequeño arado. Era necesario clavar bien el apero en tierra para que no pudiese huir arrastrándolo. Después de tirar un tiempo y vencida por el esfuerzo, acababa amansando. A veces se compara a los humanos con las bestias, para desdoro de unos y de las otras. La película As bestas empieza con una rapa. Una lucha cuerpo a cuerpo. Los comportamientos más primitivos tanto se pueden cultivar en montes agrestes como en los jardines más cuidados. Conocí en una ocasión a un individuo que contaba cómo su paso por la cárcel había sido de lo más plácido y reconfortante. Lo habían destinado a la lavandería, comía, dormía y era feliz. Lo contaba ante un nieto pequeño, que lo miraba con ojos de admiración. El hombre le había pegado un tiro a bocajarro a un vecino en la taberna del pueblo por un quítame de ahí estas pajas. Lo he vuelto a ver años después. Tenía una dentadura postiza nueva. En su extraña sonrisa con dientes de adolescente y piel de octogenario se adivinaba un rictus severo del que se traducía que seguía dispuesto a cargarse a quien osase tocar una piedra del vallado de su huerta. Como que no le preocupaba tener que volver a hacer la colada en Teixeiro. ¿La película? Véanla, si tienen un rato.