«Música clásica: es una lástima ver cómo la gente desprecia el arte que tú llevas amando desde pequeño»

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

16 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Trabajar en la música clásica

En España hay 26 conservatorios superiores y más de 130 conservatorios profesionales. Con tales cifras, uno se puede imaginar el número total de alumnos que estudian música solo en estos conservatorios. Soy alumno de guitarra clásica desde hace más de diez años y me da tristeza ver cómo se valora la música clásica en este país.

Desde su infancia, un instrumentista que quiera ganarse la vida con la música debe desarrollar una disciplina y constancia equiparables con las de un deportista de élite. Sin embargo, el esfuerzo y tiempo que conlleva dominar un instrumento parece no importar a nadie. Ya no se valora el privilegio de poder escuchar las grandes obras de la historia tocadas en directo por personas reales.

Con los avances de la tecnología nos hemos acostumbrado a escuchar lo que queramos cuando queramos, aunque siempre esté, por supuesto, reproducido por una máquina. Si sumamos la digitalización de la música con los nuevos géneros emergentes, la música clásica y los instrumentistas que la tocan quedan relegados al interés de un pequeño público.

Los estudiantes que llevan toda su vida queriéndose dedicar a este tipo de música, que la sienten y que les apasiona, se ven frustrados cuando llegan al mundo laboral y se encuentran con muy pocas salidas. Esto es debido al poco valor y a la poca utilidad que tiene la música clásica actualmente en la población española.

Es una lástima ver cómo la gente desprecia el arte que tú llevas amando desde pequeño. A pesar de todo, es la realidad y no tenemos más remedio que aceptarla. Jordi Audí Carles. Bítem-Tortosa (Tarragona).

¿Lo que Sánchez quiere?

Podría ocurrir que todo lo que está cometiendo Sánchez en lo legislativo, lo social y hasta como socialista es algo con lo que está totalmente de acuerdo. Vamos, que es lo que le gusta para España.

Es constante la afirmación de que Sánchez traga todo lo que traga, legisla todo lo que legisla y hace todo lo que hace obligado por su magra cosecha de diputados, su debilidad política e incluso por su limitación para la cosa pública. Y a todo eso hay que añadir su desmedida ambición de poder, por lo que, a cambio de permanecer en la Moncloa, pasa por carros y carretas.

Y todo eso es verdad, pero podría ser solo parte de la verdad, porque, a juzgar por su trayectoria y la complacencia que, impostada o no, muestra por sus logros, se podría deducir que todo eso es lo que pretende conseguir y que está en política para lograrlo.

Cuando Sánchez afirma que «en el 2018 heredé un problemón» y que ahora la situación en Cataluña es infinitamente mejor, da que pensar que una Cataluña dividida, empobrecida, hundida empresarialmente, con unos políticos huidos, procesados, indultados, ineficaces y unas instituciones paralizadas, es la que Sánchez quiere, la que a Sánchez le gusta.

Cuando dice que la economía está en alza, que la inflación es pasajera, que los impuestos son justos y que en Europa copian su gestión hay que concluir que una inflación desbocada, un paro insostenible, una Seguridad Social arruinada y un sector empresarial cada día más descontento es lo que Sánchez quiere, lo que a Sánchez le gusta.

Cuando Sánchez asevera que la gestión de la pandemia ha sido ejemplar y que los españoles han salido más fuertes y que nadie se ha quedado atrás, habrá que intuir que el número de fallecidos, los fiascos en la compra de material sanitario, el deterioro físico y psicológico de médicos y enfermeros y las consecuencias posteriores en la salud de muchos ciudadanos, que engrosan las colas del hambre porque sí se han quedado atrás, es lo que Sánchez quiere, lo que a Sánchez le gusta. J. D. Martínez Madrid. Olot (Gerona).