«Se parece al Clemente de sus tiempos, soberbio y anti-madridista declarado hasta la médula»

OPINIÓN

DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

08 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Adiós Lucho, adiós España

Luis Enrique (Lucho para los amigos) se ha acabado desplomado de mala manera. Lo veía venir. Historia de una muerte anunciada. Este se parece al Clemente de sus tiempos, soberbio, queriendo ser el centro de atención, anti-madridista declarado hasta la médula.

Primero fue el batacazo ante Japón y el martes, el fiasco ante Marruecos, un partido en el que la incapacidad ofensiva de La Roja, su falta de colmillo, llegó a una especie de paroxismo cruel y disparatado cuando fue incapaz de marcar ni siquiera uno de los tres penaltis que lanzó en la tanda decisiva. Menos mal que sus jugadores, como aseguró el otro día el técnico asturiano, llegaron a Catar habiendo lanzado al menos mil penaltis por cabeza para estar bien preparados ante una contingencia como la que han vivido, catastrófica.

¿Que dominó más? Por supuesto. Los marroquíes no tenían ningún problema en permitírselo. ¿Que hizo más merecimientos? Pues algunos poquitos más. Cuando hablamos de falta de alternativas no nos referimos solo a jugadores, aunque es evidente que la convocatoria al Mundial se ha demostrado fallida, un capricho soberbio de un entrenador demasiado gallito y chulesco, con la prensa y la mitad de los españoles. Nos referimos también al juego, a la hiriente incapacidad de la selección para atacar a rivales que se defienden en su campo con las líneas muy juntas. Su obsesión para tocar y tocar a un ritmo lento y machacón en posiciones intrascendentes, sin futbolistas realmente capaces de desequilibrar, ha sido casi una tortura.

España se ha chocado contra un muro, ciertamente, pero un muro que sabía perfectamente que estaba allí. No se lo encontró de repente en la salida de una curva cerrada.

La verdad es que no nos hemos perdido nada. Para un Mundial que se ha erigido a golpe de petrodólar sobre la sombra de la corrupción, mejor venir para casa. Adiós, Lucho. Lino Saborido Rial. Boiro.

A la medida de Iago Aspas

Están los sueños de huevos rotos llenos y de pocas tortillas. Recuerdan, no ha mucho, a la selección española, se la apodaba La Furia; creo (a cuenta de aceptar variadas opiniones), que se adquiría tal dote al poseer una determinación intrínseca a una actitud determinada. La respuesta al fracaso en la lucha sin vaciarse de todo lo que uno posee, incluida el alma, tan solo eso definía el acceso a ese furioso Olimpo. Tiempos después, llegados los años de las bellas artes balompédicas, surgió en esta tierra repleta de buena hierba el renombrado tiki-taka, que definía los compases de unas sinfonías nunca por la historia escritas y rematadas en una incisiva punta de lanza (viva Villa que no Zapata). Pero el tiki se fue a la escuela de sargentos, y la furia emigró al sur de nuestro sur, para crear equipos más necesitados de héroes que nuestra vieja Europa.

Por eso y, lo que vendrá, me imagino a Iago Aspas luchando contra un equipo que fue «hecho a la medida» de sus peleas, tal como si fueran los leones del desierto a la caza de sus héroes sin reseñas. Paco Cotelo.