El insulto

Eduardo Vázquez Martul MÉDICO

OPINIÓN

Javier Lizon | EFE

08 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Parlamento español, discusiones sobre leyes propuestas por el Ejecutivo. Es su obligación el proponer, el debatir, y después su aprobación o derogación. Esto es la democracia. Hay de todo, silencios en unos, debilidad dialéctica en otros, demagogia en algunos y también brillantez en unos pocos, muy pocos. Claro reflejo de una sociedad que considero mal representada. Creo que en la calle hay más brillantez, pero el que se abstiene otorga. Lo que repugna es el insulto. Debería ser castigado, expulsado. No se puede ser débil ante aquellos que transgreden las normas más elementales de la convivencia, y sobre todo en el espacio que debería ser considerado el templo de la democracia. Habría que reeducarlos antes de otorgarles el gran poder que conlleva la representación. Cuando se insulta en el Parlamento, no se insulta a un determinado diputado o ministro, se insulta a todos los ciudadanos que representan. Si esto no se entiende, o hay pocas luces, la mala educación sustituye a la inteligencia, o lo peor, se desprecia la democracia. Pero ya estamos acostumbrados a que el insulto, disfrazado de odio o rencor, ande por libre, utilizando el cinismo más perverso, abanderando una hipócrita libertad de expresión. El garrotazo de Goya sigue ahí, representando lo más oscuro de nuestro cainismo histórico. No puede haber libertad para la mentira y menos para el insulto. Ni tampoco puede haber silencios cómplices. Dicen que cuando fallan los trapecistas y su triple salto mortal, salen los payasos para entretener. El problema no es que fallen los trapecistas, es que los payasos quieran transformarse en trapecistas sin la formación y la credibilidad necesaria, o que incluso insulten al público.