De baguetes y política

Erika Jaráiz Gulías PROFESORA TITULAR DEL DEPARTAMENTO DE CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO

OPINIÓN

Ricardo Rubio | EUROPAPRESS

06 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos días, la conocida baguete fue declarada patrimonio inmaterial de la Unesco, reconociendo así el valor que tan crujiente y tierno producto ha supuesto para la humanidad. No participo del entusiasmo de aquellos que han mitificado este tipo de pan francés hasta hacer de él un objeto de culto, aunque sí reconozco el avance que para la alimentación supuso el paso del bollo tradicional a la barra de cocción corta, que nos permite cocer pan en las gasolineras, y la exquisita textura de la baguete recién hecha y rellena de buen jamón, para que sepa a algo.

Y es esa textura, crujiente y tierna, lo que ha hecho de la baguete un fenómeno de nuestro tiempo, desplazando al pan de corteza dura, de miga densa, ese que cocían nuestras abuelas en los hornos de Galicia y que aguantaba quince días sin estropearse. Ahora, incluso preferimos nuestro pan tradicional poco cocido, aunque no se conserve igual, porque hemos acostumbrado el paladar al crujiente y/o a lo tierno, a la textura de lo efímero, de lo que sirve solo para cada día, casi solo para el desayuno.

No hablo solo de baguetes, hablo de la política crujiente, efervescente, tierna o dura en la que nos movemos en nuestros días; de declaraciones que a la noche han perdido el sentido, de medidas dirigidas a targets específicos que parecen contener todo el sentido de la política, pero son solo una parte.

Hemos pasado de la política densa, de los programas, de las estructuras, de las ideologías, a las políticas líquidas, las de la imagen, las de las redes, las de los microtargets; aquellas donde el bien general se confunde con el del grupo que más grita, que más se manifiesta, donde el enfado de la sociedad se canaliza con la polarización de las redes, los medios, donde todos los programas necesitan un Risto Mejide o un Eduardo Inda para mantenernos enchufados, para que todo cruja bien; pero donde al final nos volvemos todos y todas desafectos.

Trituramos líderes con una voracidad nunca antes vista; el mismo que iba a salvar a España hace unos meses se convierte ahora en una decepción para su partido, las que iban a estar unidas para siempre son ahora como perra y gata, y los que no aspiraban a nada, pero querían estar en todo, pues van a por todas. Y mientras tanto, el que todos daban por muerto ha empezado a coger aire, en medio de un escenario cada vez más complejo, con inmensos aciertos y notables errores

Lejos de lo que muchos creen, la política va de sentir, de lo que sientes, y la ciudadanía de este país empieza a sentir que los augurios catastrofistas que pronosticaban algunos no han sido tales, que la crisis es muy dura, pero que se sienten más protegidos que cuando la gestionó el PP de la mano de Merkel, y que aunque no les guste Sánchez, que no les gusta, porque también sabe a baguete, les gustan sus políticas, porque conservan los empleos, porque rebajan la energía, porque tratan de frenar las hipotecas y porque, aunque algunas sean solo baguetes, la mayoría saben a pan de pueblo, del de antes, con corteza y miga densa.