Pídele fuego a un político

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Eduardo Parra | EUROPAPRESS

04 dic 2022 . Actualizado a las 15:36 h.

Arden las palabras. Tienen demasiada temperatura. Como cuando la gripe llega y te sacude el cuerpo afiebrado. El cuerpo es la democracia. Estamos baqueteando la democracia. Costó mucho ganarla, más asentarla. La libertad de expresión termina un paso antes del insulto, de las injurias. Tiran de España por la derecha y por la izquierda. Buscan votos, como topos cegados por sus insultos. Pero lo que está en el medio somos nosotros. El Congreso no puede ser una copia de las redes sociales que se saturan de anónimas sobradas. El Congreso no puede ser una fotocopia de las barras de los bares exaltadas, barras bravas que son una copia de lo peor de las redes sociales. Los políticos con responsabilidades deben templarse. No todo vale.

El insulto es una hoguera. Y el fuego arrasa con todo. No le da calor a la democracia, la abrasa. Se puede discutir y se debe debatir desde la inteligencia. Creo que se están saltando todas las líneas de la decencia. Lo peor de esta escalada es que parece no tener fin. Antes los políticos se encendían a veces en los mítines, ante los suyos. O se encendían a propósito para entrar en las televisiones. Pero ahora sucede un día sí y otro también en la tribuna del Congreso de los Diputados, la casa de todos. Es un ejemplo nefasto. No necesitamos una clase política que no tiene clase. Lo que están haciendo es tirar de los dos extremos de la soga, pero en el centro del nudo está el país, los ciudadanos. Los ciudadanos, que no llegamos a fin de mes. Los ciudadanos, que están en el paro. Los ciudadanos, que no tienen una segunda oportunidad. Muchos a los que ni siquiera les ha llegado la primera oportunidad. ¿En serio quieren los diputados, desde sus inmensos privilegios, que esas balaceras de insultos sean lo que se escuche en los colegios? Si un profesor dice en voz alta algunas de las acusaciones de grueso calibre que se lanzaron en el Congreso en una de sus clases, tiene que vérselas con la justicia. ¿De verdad no va a tener freno esta capacidad para pisotear las ideas y arrojar solo consignas enlodadas en odio? ¿Nadie va a pedir que cesen? Esa violencia verbal cala en la sociedad. Abona las trincheras.

Es alucinante. Son los mismos políticos que luego condenan con supuesta mesura los sucesos más truculentos. ¿Cómo pudo pasar? Pues pasó porque nos estamos yendo a los extremos. Si el que tiene que dar ejemplo solo habla de vómito, todo va a peor. La ironía no existe. La sorna desapareció. Mi verdad es la verdad de todos. No discuto ni una coma. No cambió ni un paso. Por este callejón sin salida solo vamos a ir a peor. El Congreso, el Senado, convertidos en un cenagal de improperios. Frenen esta deriva hacia el caos. Apuesten por las ideas. Los que vamos a votar mañana sabemos pensar. No nos crean tan primarios. Escuchen a José Saramago en su centenario y aprendan tolerancia: «He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro». Imagínense si la torpe seducción es a golpe de insultos.