Galicia en transición: biocombustibles

luis m. varela CATEDRÁTICO DE FÍSICA DE LA MATERIA CONDENSADA DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO. SEMINARIO SPERTUS. GERENTE DE LA ASOCIACIÓN GALLEGA DEL HIDRÓGENO

OPINIÓN

28 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Electrificación, descarbonización, nuevos combustibles… Términos comunes que llenan cada día titulares. Las generaciones vivas asistimos perplejas y preocupadas a una transformación descomunal: nuestra civilización de combustibles fósiles y máquinas térmicas muere y nace otra basada en tecnologías renovables y climáticamente neutras. Entre el cúmulo de opciones exploradas, que darían para varios artículos, están los biocombustibles, que abarcan diversas opciones derivadas de biomasa, de residuos orgánicos, o de mezclas de hidrógeno verde y dióxido de carbono, incluidos ya obligatoriamente en un 10 % en los surtidores. Bajo esta denominación se agrupan sustancias de varias generaciones en función de su modo de producción. 

Así, los primeros biocombustibles convencionales incluyen bioetanol producido a partir de biomasa de potencial alimentario —con el obvio conflicto— mediante fermentación de azúcares o almidones (caña, remolacha, cereales), y también biodiésel o bioqueroseno de aviación mediante reacciones de esterificación de vegetales oleosos (soja, colza, girasol). La segunda generación se produce a partir de materia seca vegetal o biomasa lignocelulósica, y la tercera, con biomasa de algas. Existe ya una cuarta generación que incluye a los combustibles fotobiológicos a partir de algas genéticamente modificadas, y los electrocombustibles o combustibles sintéticos verdes (e-fuels). Estos combinan hidrógeno verde de fuentes renovables y captura de dióxido de carbono transformados químicamente en metanol o en gasolina sintética. Para algunos, únicamente tecnologías de transición hacia una sociedad completamente electrificada. Para otros, salvarán nuestra tecnología térmica actual. Veremos. Mientras, la industria y la movilidad inevitablemente se transforman empujadas por el cambio tecnológico, la necesidad de autonomía estratégica y la creciente conciencia ambiental. Las malas cartas que en revoluciones pasadas nos trajeron atraso se barajan y reparten de nuevo. Galicia, con plantas de bioetanol y varios proyectos de gran envergadura de hidrógeno y metanol verdes en proceso, puede llevar ahora una mano ganadora. Por su geografía privilegiada, su enorme potencialidad de generación de electricidad y gases renovables, y sus abundantes recursos de biomasa forestal y marina, agua y materiales metálicos, nuestra tierra puede y debe convertirse en un centro industrial de producción e innovación en estos combustibles del futuro. Esta vez debemos jugar bien.