Galicia y Asturias, somos la leche

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

El presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda.
El presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda. Xaime Ramallal

28 nov 2022 . Actualizado a las 19:49 h.

Galicia es la leche. Si algo diferencia a este territorio atlántico disperso, remoto y envejecido es que la aldea no es un cuento de García Márquez. Que en nuestro gran Macondo aún hay algunos cientos de miles de gallegos que viven de la tierra y el mar, de la madera, del viento, del vino, de la merluza del pincho, de la rubia gallega, de los quesos de Arzúa y de la leche. ¡La leche! Sin leche dejaríamos de ser Galicia y no podemos permitirnos ese lujo. Toca seguir levantándose con el sol y enlamando las botas.

También Asturias es la leche. La gran central lechera que se reinventa con cada crisis. Reconvertidos en cada volantazo de la historia. La leche, las manzanas, la asturiana de los valles, el pulpín del pedreru… El naval, la siderurgia. La mina prieta excavada a pico y pala. 

Nos dicen primos hermanos porque no nos conocen. Se quedan en los tópicos del gallego en la escalera y el asturiano borracho y dinamitero. La sidriña y la mariscada. Camarero, ¿me pone otro godellito? No somos iguales, somos los mismos. Los gallegos admiramos de los asturianos su respeto por la tierra, su cuidado del paisaje, su generosa conciencia colectivista, su patriotismo inofensivo. Su cachopo y su arroz con leche. Su Sella y nuestros osos. De Galicia, los asturianos codiciamos su personalidad resiliente, la morriña, el infinito talento creativo, la mirada al mundo orteguiana. También el naval, la Estrella y la Citroën. La capacidad hercúlea de ennoblecer la palabra jornal en cualquier curruncho del planeta. En Galicia se nos hace la boca agua sólo con el pan y las patacas.  

Nos dicen primos hermanos porque son medio primos y piensan que somos tontos. Dibujan con desdén colonial mapas cuadriculados, fronteras trazadas con escuadra y cartabón. Países tenebrosos en los que Castropol no conoce a Ribadeo. En los que las gentes de Grandas no suben a la feira a Fonsagrada. Mapas climáticos que nos pintan como a Siberia, mientras no paran de salir peregrinos de Oviedo, de llegar guiris a Negueira. La tierra prometida de nómadas digitales y refugiados climáticos. Brazos abiertos a todo aquel que venga con una idea. O solo a comer una ración de raxo y escanciar unos culetes. Dibujan corredores mediterráneos que pasan por Madrid y niegan nuestra existencia. La España hemipléjica del otro Ortega. No hay dos Españas. Hay una y diecisiete. Pero qué fácil es apelar a los bajos instintos del ser humano. Mi vecino es un vago, el de al lado me roba, yo tengo más luces de navidad que tú. Parvos que piensan que somos parvos. Galicia y Asturias. Dos planetas gemelos. Cuatro millones de seres humanos que veneramos esta atalaya del fin del mundo. Periferia de la periferia. El centro del planeta Tierra. La España envejecida. La Voz de la experiencia. Somos la leche.