¿Por qué cae mal Luis Enrique?

OPINIÓN

CARL RECINE | REUTERS

24 nov 2022 . Actualizado a las 16:42 h.

Esto no lo inventó Guardiola, como el Barça de Cruyff no lo inventó Johan, sino una tradición holandesa abanderada por Rinus Mitchel. Tampoco Del Bosque, aunque el marqués salmantino tuvo el mérito de llegar a un equipo que ya era excelso y hacer lo más difícil: no hacer nada, no caer en la humana tentación de querer dejar su sello.

No. Esto lo inventó Luis Aragonés, quizás el mayor genio que ha habido en el fútbol español en toda la historia. Luis puso a Iniesta y Xavi cuando a duras penas eran titulares en el Barça. Luis fue quien se cargó a Raúl y extirpó toda la metástasis que el madridista había extendido en el vestuario de la selección. Y Luis fue quien le pidió a Cesc, un imberbe que, este si, ya era el puñetero amo en el Arsenal, que tirara el ultimo penalti contra Italia en la Eurocopa de Austria. El momento que cambió la historia.

Luis Aragonés. Ganar, ganar y ganar. Con los pequeñitos y sin Messi. 

Luis Enrique Martínez es un gijonés del 70. En su infancia, el barrio del Polígono, donde nació, era una ciudad dormitorio poblada por emigrantes leoneses, gallegos y andaluces que llegaron a la capital de la Costa Verde a trabajar en la siderurgia y los astilleros. De modo que Luis Enrique creció en una ciudad que olía a ruedas quemadas. En el recreo, cuando llovía y no podíamos salir al patio, los niños del Natahoyo cortábamos el pasillo con barricadas de sillas y mesas. Naval Gijón, Trefilería de Moreda, Ensidesa. Vigo, Ferrol, Gijón, Sagunto, Cádiz… grandísimas industrias que se fueron a pique en la reconversión a la que nos abocó la entrada en la Unión Europea.

Luis Enrique llegó al fútbol profesional casi sin pasar por la escuela de fútbol de Mareo. Los avezados técnicos sportinguistas los echaron a él y a Abelardo por bajitos. El fútbol ya viraba del talento al músculo, así que, cuando lo repescaron, ya para el filial, Lucho apenas jugó en el primer equipo media temporada. Debutó en octubre, metió 16 goles, entre ellos el que acababa con la histórica imbatibilidad de Abel Resino y el que le dio al Sporting la última clasificación europea. Pero avanzada la primavera se presentó un día en el entrenamiento con un Opel Calibra rojo, y ese día supimos que el Madrid había pagado la cláusula de 250 millones de pesetas.

En Chamartín, Floro lo puso de lateral derecho, el hueco que quedaba en los estertores de la Quinta del Buitre. El resto es conocido: campeón olímpico en Barcelona 92, el codazo de Tassoti en el 94, y la marcha al Barça, donde encontró su lugar en el mundo.

¿Por qué cae tan mal, salvo a culés y sportinguistas? Porque es un chuleta gijonés, que en terminología local viene a ser un playu, un grandón que no se achanta ante nadie. Incorrección política, verborrea incontenible, personalidad de titanio, impermeable a las críticas.

La imagen de Gavi, otro pequeñito que Luis Enrique le ha descubierto al Barça, encarándose con un costarricense que le sacaba la cabeza es volver 30 años atrás. Ganaremos o nos echarán a la primera de cambio, pero nos lo vamos a pasar bomba.