Bicis, ferris y pasarelas

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

José Pardo

24 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Recientemente, durante un viaje a Ámsterdam, nos llevaron a un grupo de periodistas a cenar a un restaurante situado al otro lado del puerto donde nos encontrábamos. Y nos dieron a elegir: ¿queréis ir en taxi o en bici? La mayoría escogimos esta última opción y no por ecologismo, sino para estirar un poco las piernas y por la gracia de montar en una fixie, esas bicicletas de piñón fijo en las que se frena pedaleando hacia atrás y que se han convertido en parte del paisaje de la capital de los Países Bajos. Hay que decir que el hecho de carecer de frenos no es su única particularidad, también tienen un manillar muy curvado que permite llevar una posición casi erguida, lo que las hace mucho más cómodas que las que utilizamos aquí.

Así que disfrutamos de un corto y divertido paseo en bici de 5 minutos hasta un embarcadero, donde, tras una breve espera, montamos directamente en un pequeño ferri gratuito que en un abrir y cerrar de ojos nos cruzó al otro lado del puerto. Cinco minutos más de pedaleo y ya estábamos en el restaurante. La ruta, transbordador incluido, aparece en Google Maps.

Viene todo esto a cuento porque ahora se está estudiando la viabilidad de un servicio de transporte marítimo entre A Coruña y Oleiros, y uno se pregunta por qué en una comunidad como Galicia, con tantas rías como fiordos hay en Noruega, no se utilizan los ferris. No hablo de barcos turísticos con flotadores colgando de la barandilla y la cubierta superior al aire y con bancos de madera, que me recuerdan a aquellos autocares en los que se podía viajar en la baca del techo hasta mediados de los años 60. Me refiero a transbordadores industriales pensados para llevar de forma eficiente de un punto a otro a peatones, ciclistas e incluso automóviles, que solo tienen que esperar a que se levante una barrera para embarcar y desembarcar. Los hay en todas las ciudades del mundo e incluso hay un proyecto en Trondheim —otra vez Noruega— para desplegar una red de ferris eléctricos y autónomos (Zeabuz) para descongestionar las vías públicas y ahorrar costosas inversiones en puentes.

Pero claro, en Galicia preferimos tranvías de juguete que no duran tres lustros y no nos ponemos de acuerdo ni para tender una pasarela peatonal entre dos orillas. Así nos va.