Nuevas plataformas para una comunicación más humana

Moisés Barrio Andrés LETRADO DEL CONSEJO DE ESTADO Y PROFESOR DE DERECHO DIGITAL EN LA UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID

OPINIÓN

14 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Un Estado democrático fundamentado en elecciones libres necesita una esfera pública que funcione adecuadamente, en la que un entorno de medios de comunicación equilibrado informe a los ciudadanos con vistas a formar una opinión pública. Ahora bien, voces autorizadas, como Byung-Chul Han, nos advierten que este objetivo se ha hecho más difícil con la revolución tecnológica y el auge de las plataformas de redes sociales.

Las principales causas de la disrupción en la esfera pública son los cambios en la forma en que nos comunicamos, tanto en privado como en público. La caída de los filtros periodísticos, exponiendo directamente a los ciudadanos a cualquier tipo de información, junto con la forma en que se diseñan los algoritmos de las redes sociales que ordenan los contenidos (algunos han sido calificados de auténticas «armas de destrucción matemática» por Cathy O'Neil), tienen un efecto adverso en la formación de tal voluntad democrática.

Sin embargo, estos efectos negativos van más allá de la difusión intencionada de la desinformación en las redes sociales, las llamadas fake news. Los efectos perturbadores en este ámbito también pueden producirse por el intercambio involuntario de información falsa, la difusión intencionada de información (no falsa) con un motivo político y la difusión involuntaria de cualquier tipo de información sin un motivo político a través de decisiones algorítmicas.

Hasta ahora, los legisladores, tanto a nivel de los Estados como de la Unión Europea, se han esforzado por regular las plataformas de forma que se mitiguen algunos de estos efectos adversos. Por ejemplo, la ley alemana de redes sociales de 2017, la NetzDG, combate la incitación al odio en internet exigiendo a las redes sociales que establezcan un mecanismo de denuncia y que eliminen los contenidos manifiestamente ilegales (por ejemplo, que inciten al odio, los insultos o las difamaciones) en un plazo de 24 horas desde la recepción de la denuncia. En la Unión Europea, el nuevo Reglamento de Servicios Digitales (la Digital Services Act o DSA) de 2022 establece previsiones similares. Ahora bien, estas iniciativas generan polémica al afectar a la libertad de expresión, y dejan fuera aquellos contenidos no ilegales pero tóxicos.

Por eso, los próximos pasos en la materia vienen dados por el surgimiento de nuevas plataformas que reivindican una vuelta a una comunicación más humana y que limitan el frenesí comunicativo (como BeReal, que no permite editar las fotografías). Y más a medio plazo con el Metaverso, que es una nueva versión de las redes sociales en 3D y actualmente está en fase de desarrollo embrionario.

También es probable que se produzca una recuperación y revalorización del mundo analógico. El tsunami digital fragmenta la percepción y reprime las prácticas cognitivas que consumen tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento. Por ello, opino que es urgente un reequilibrio de nuestra experiencia interior y de los espacios públicos digitales en los que nos desenvolvemos.