Las anomalías de Funes

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

14 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Sucede cada otoño. Regresa Funes el memorioso, uno de los cuentos más fascinantes que conozco. Viene de la mano de Jorge Luis Borges. A mi vera. Entra por el jardín, pisa la hierba y saluda a mis perros. Los recuerda cómo eran exactamente hace años y cómo son ahora. Todo lo guarda en su interior. Alguna vez les he preguntado a mis alumnos del curso de literatura que imparto desde hace más de veinte otoños, en el campus ourensano de la Universidad de Vigo, si ellos consideraban peor el olvido que la memoria. Siempre contestaron lo mismo. Se fundamentan en sus experiencias personales: el olvido, cuando se apodera de todo nuestro ser, es el peor padecimiento que puede soportar el hombre. La enfermedad de Alzheimer es la muestra paradigmática. Si todo lo olvidas, todo lo pierdes. Somos, finalmente, un cúmulo de recuerdos y sensaciones. Somos rostros que nos acariciaron y besos que se perdieron. Besos de manzana, los de nuestra madre; o de tabaco, como los de papá. Somos, también, lo que hemos perdido.

Con estas reflexiones por medio, me apuro a entregar a los muchachos el cuento de Funes. Borges lo publicó por primera vez en el diario argentino La Nación. Página tercera de la sección Artes y Letras, con ilustración de Alejandro Sirio (7 de junio de 1942). Posteriormente, el genio lo incluyó entre los cuentos de su libro Ficciones, de 1944. El texto es uno de mis predilectos a la hora de trabajar con los discentes. La inmensa mayoría, estudiantes de penúltimo o último año de grado, y varios ya graduados. Intento demostrarles que en ocasiones la memoria es más dolorosa que el olvido. Esa era la anomalía de Ireneo Funes. A los diecinueve años sufrió un accidente. Cuando recobró el conocimiento comenzó a memorizar cualquier acontecimiento. Cada una de sus percepciones la recordaba perfectamente. Todo se agolpaba en su cabeza. Hasta que el sufrimiento se tornó insoportable. Intentaba reposar en un cuarto totalmente oscuro. De ese modo no deglutía más información. Mis alumnos llegan a comprender la tortura de Funes, el memorioso. La discutimos. Después les hablo de las argucias estilísticas del maestro y concluimos que Borges era un genio. No por ese relato únicamente. Lo era porque fue capaz de edificar una de las construcciones más personales, inteligentes y estéticas de la literatura.

Borges siempre nos hace pensar. Pensar, por ejemplo, que tanta memoria, sea histórica, democrática o ideológica, ya va sobrando en nuestras vidas. Y no porque no sea necesaria (quién puede negar ayuda a aquellos que buscan a los suyos), sino porque lo que consiguen volviendo tanto al pretérito es el enfrentamiento. «Necesitamos mayor tensión», decía Zapatero. Ya la tienen. Han resucitado al general ferrolano otra vez. Lo sacaron de su tumba y ahora lo sacan de paseo. Huele a campaña electoral belicosa, pendenciera, insolente y vejatoria. Núñez Feijoo ya la siente en su piel.