Peligrosa deriva trumpista de Ayuso

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

10 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La España de Isabel Díaz Ayuso está gobernada por un presidente que es una mezcla entre el dictador nicaragüense Daniel Ortega y un Le Pen de la izquierda europea, que quiere meter a la oposición en la cárcel y maquina para dar un golpe de Estado contra el rey, instaurar una república y poner al frente de todo «a otro Pablo Iglesias de la vida». Estas delirantes declaraciones, que confirman su deriva trumpista, eran evidentemente una cortina de humo para tratar de tapar el tremendo caos en el que ha sumido a la sanidad pública madrileña como consecuencia de una gestión muy deficiente. Este desastre ha colmado la paciencia de los profesionales, atacados y menospreciados por la propia Ayuso, que han decidido ir a la huelga. A los médicos de atención de urgencias extrahospitalarias se han sumado los de familia y los pediatras. Todo ello junto a una oleada de dimisiones y ceses de responsables de la sanidad. Ayuso, en lugar de asumir responsabilidades, ha tirado del manual del perfecto trumpista para achacar las protestas a una supuesta conspiración izquierdista.

¿Ha desautorizado Alberto Núñez Feijoo las declaraciones de la presidenta madrileña, que en su día se cargó a Pablo Casado por poner sobre la mesa las mordidas de su hermano en la venta de mascarillas en plena pandemia? La respuesta es no. Ha insistido en esa misma línea, eso sí, sin la parafernalia ayusista, acusando a Pedro Sánchez de algo gravísimo: pretender cambiar el régimen democrático. ¿Por cuál?

Hay una hipótesis que dice que Feijoo está muy molesto con los exabruptos de Ayuso, porque dañan su imagen de moderación, que ha expuesto brillantemente en estas páginas Ernesto S. Pombo. Esta teoría se yuxtapone con otra que dice que fue la presión de la mandataria madrileña (junto a la mediática) la que obligó al líder del partido a bloquear la renovación de Consejo General del Poder Judicial. Estas dos interpretaciones son plausibles y verosímiles. Pero hay una tercera, que a Feijoo le interese electoralmente un PP de dos cabezas, la radical de Ayuso y la más moderada que él mismo y Juanma Moreno Bonilla representarían. El objetivo sería convertir al PP en un partido atrapalotodo, que pescara a derecha, entre los votantes de Vox, y a izquierda, entre los decepcionados con el PSOE.

Teorías al margen, un último apunte: un dirigente político ha dicho de las manifestaciones de Ayuso que «las hipérboles, las exageraciones, la pérdida de lo razonable, no contribuyen a derribar un Gobierno que ha hecho mucho daño a España». ¿Saben quién se ha manifestado así? El portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros. ¡Hasta a la ultraderecha le parece demasiado ultra la presidenta madrileña!

Lo cierto es que Ayuso se ha creído el personaje que ha construido MAR (Miguel Ángel Rodríguez), la enfant terrible a la que se le permite todo, pero su actitud es cada vez más perniciosa para la convivencia democrática.

Las ayusadas han traspasado todas las líneas rojas.