Que se te vea bien en la cola

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Marta Fernández Jara

09 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Quien haya pasado por el trance de verse en el paro a una edad incorrecta y en circunstancias adversas te habrá narrado la perturbadora sensación de verse de pronto en una oficina de empleo. Hay una imagen brutal de ese momento en Los lunes al sol, concentrada en el tinte derretido que se escurre por la nuca del personaje de Lino, su tristísimo empeño en aparentar una juventud que no tiene y que el mercado exige, su lastimoso viaje hacia el desengaño y la crueldad con la que el sistema se comporta con ciudadanos que no han hecho nada malo, que han cumplido sus obligaciones pero que han perdido de pronto su valor como unidad de producción.

A la terrible desventura personal, con el futuro asomándose como una losa llena de tinieblas, se une otra sensación que todos transmiten y que se llama vergüenza, una vergüenza pegajosa y profunda, ese tipo de vergüenza irracional arrullada por supuestos códigos de buena conducta y éxito que tienden a mortificar a unos y disculpar a otros.

Una vergüenza que algunos tienen derecho a esconder y otros obligación de exhibir, porque la penitencia incluye el escarnio público o al menos pocos se preocupan de evitárselo a quienes no tienen derecho ni a la intimidad. Por eso tiene tanta razón José Manuel Romero, vecino de Compostela y desempleado que hace unos días le contó a Xurxo Melchor una verdad abrasadora, el atentado contra la intimidad que suponía para los usuarios de una oficina de empleo de la ciudad hacer cola en la calle y cantar su nombre en alto antes de entrar y tramitar qué iba a ser de sus vidas. La Administración corrigió la afrenta tras la denuncia del periódico. Pero hay muchas vergüenzas que están más a la vista de todos. Solo hay que estar dispuesto a verlas.