Unirisco Galicia y las misiones de la universidad

Darío Villanueva EXRECTOR DE LA USC. EXPRESIDENTE DE UNIRISCO SCR

OPINIÓN

María Pedreda

04 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue muy intensa la satisfacción que me produjo haber sido invitado hace seis años, en octubre del 2016, a la celebración del decimoquinto aniversario de Unirisco Galicia, uno más de mis empeños e inquietudes como rector de la USC, que en este caso ha cumplido con los objetivos que entonces nos propusimos mediante la inversión de casi seis millones de euros en 34 empresas startup que han producido más de 140 patentes y creado 400 puestos de trabajo de alta cualificación.

Unirisco Galicia SCR, S. A. fue la primera sociedad de estas características creada en España para financiar proyectos empresariales basados en la transmisión de conocimiento por parte de las universidades a partir del trabajo realizado en sus institutos, departamentos y grupos de investigación. Cuando fui a presentar el expediente ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la estupefacción con que me atendieron solo fue superada por la amabilidad y eficacia con que gestionaron la solicitud de la USC.

No se me oculta que, en parte, la expectación que causó en la CNMV la propuesta de Unirisco tenía que ver con la circunstancia de que el rector que la presentaba fuese un filólogo, no un economista o un ingeniero. Acababa de acceder a su presidencia Pilar Valiente Calvo: por unos meses no fui con el expediente al despacho de Juan Fernández-Armesto y Fernández-España, hijo de dos muy ilustres periodistas y escritores gallegos.

Filólogo y humanista, sí; pero rector totalmente convencido de que la transferencia de conocimiento desde la universidad a la sociedad debería ser dotada de un fundamento económico que una entidad pionera como Unirisco podía y debía proporcionar, con el concurso de los agentes económicos, industriales y financieros verdaderamente comprometidos con el desarrollo de Galicia y de España. Mi convicción a este respecto estuvo siempre, además, asesorada por personas de dentro y de fuera de la universidad con las que compartía las mismas ideas, contrastadas ampliamente con las iniciativas y realizaciones de pareja índole en Europa y América. Todo ello se plasmó en otro de los logros de los que me sigo sintiendo —con toda modestia, pues se trata de un logro colectivo— más satisfecho: la aprobación en el mismo año del nacimiento de Unirisco del plan estratégico de la USC, proyectado hacia el horizonte del 2010 y regido por un lema representativo de nuestra misión institucional que habla por sí solo: Coñecemento ao servicio da sociedade.

Que el conocido como Plan Bolonia aspirase a favorecer no solo la movilidad de los estudiantes europeos sino también su empleabilidad no significaba, en mi criterio, que se pretendiese con él erradicar cualquier estudio que no estuviese directamente vinculado con sectores o procesos productivos. Algo que pudo no estar del todo claro en documentos como, por caso, el titulado «Estrategia Universidad 2015», que mencionaba tres misiones para la universidad: formación, investigación y transferencia de conocimiento y tecnología.

Curiosamente, también eran tres las misiones que Ortega y Gasset defendía en uno de los textos más influyentes en el pensamiento universitario del siglo XX. Me refiero a su libro, titulado precisamente Misión de la Universidad, que publicó Revista de Occidente en 1930. Eran la transmisión de la cultura, la enseñanza de las profesiones y la investigación y educación de nuevos científicos.

Es plausible que, de las tres misiones mencionadas por Ortega y por el documento ministerial del 2015, dos coincidan exactamente: la formación profesional y la investigación científica. Pero, cuando menos resultaba sorprendente y desasosegante que la misión primordial del maestro, la transmisión de la cultura, desapareciese a favor de la transferencia de conocimiento y tecnología.

La inclusión de esta última función está más que justificada y nadie se oponía por aquel entonces (y hoy) a ella. Sería una triste paradoja que en la «sociedad del conocimiento» en la que ya estamos, las universidades, que son auténticas factorías de conocimiento, quedasen al margen, ensimismadas, sin transmitirlo a la sociedad para enriquecerla (no solo materialmente). Pero con la credibilidad que me daba como rector de formación humanista el haber creado una sociedad de capital riesgo, una incubadora de empresas, una sociedad de gestión de intereses y otra de promoción de iniciativas empresariales innovadoras, podía elevar mi voz para preguntar: ¿por qué suprimir tan drástica e injustificadamente la transmisión también de la cultura? Bien entendido que, a estos efectos, en mis discursos de entonces me gustaba manifestar mi total acuerdo con la propuesta irrenunciable de lo que Lord Snow denominaba «las dos culturas»: la humanística y la científica.

En suma: sería muy oportuno —y a veces temo que no esté siendo así— que desde las instancias pertinentes se confirmara y defendiera públicamente que las misiones de la universidad ya no son tres, sino cuatro. Las que Ortega formuló y la nueva que el desarrollo de la sociedad del conocimiento demanda. Y a la que Unirisco Galicia S. C. R. viene prestando su eficaz concurso desde el año 2001.