Pon un Klimt en tu vida

Susana Quintás
Susana Quintás PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

Koen van Weel | EFE

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace poco he visitado Klimt La experiencia inmersiva. Curioso y muy diferente a visitar una exposición en el formato más clásico. Una muestra dedicada a Klimt sin un solo cuadro original. La realidad es que, hoy en día, se puede experimentar el arte de una forma muy distinta a la que habíamos tenido hasta ahora: las tecnologías punteras permiten sumergirte en el mundo del artista a través de proyecciones inmersivas, en este caso, con 1.200 m2 de pantalla y gafas de realidad virtual. Las nuevas tecnologías no se detenían en eso, sino que había un fotomatón donde te podías sacar la típica foto del carné de identidad, que —gracias a un algoritmo de inteligencia artificial— recreaba una pintura de tu cara como si hubiese salido de las mismas manos de Klimt. Para que no te quedases con las ganas, en el momento te la descargabas a tu móvil a través de un código QR y lo compartías en tus redes sociales. ¡Espectacular! Voilá. Ya tengo mi propio Klimt.

La época del pintor es efervescente, los adelantos tecnológicos introducidos por la revolución industrial son el caldo de cultivo de cambios sociales, culturales, económicos y políticos que rompen con lo anterior. ¿Les suena? No muy diferente a nuestra época, la era digital donde las tecnologías disruptivas están cambiando la forma en la que vivimos, trabajamos y, por qué no, disfrutamos del arte.

Curiosamente, todas las épocas en las que se dan cambios intensos acaban impactando en la forma de vestir, en cómo nos presentamos ante el mundo. En la primera década del siglo XX, las sufragistas abandonan el corsé y acortan las faldas como un paso más en la conquista de las libertades. Rompen los códigos y la comodidad en el vestir es un nuevo valor adquirido. Algo parecido ha sucedido después de la pandemia, el protocolo de vestir corporativo ha cambiado mucho. Recuerdo cuando presentaba resultados a analistas en las principales plazas financieras, si querías causar una buena impresión profesional, resultaba obligatorio el traje de chaqueta y tacones.

Después de dos años en los que nos pusimos una americana con el pantalón del pijama para hacer Zoom a todas horas, nuestra tolerancia a la incomodidad ha cambiado. Los códigos de vestimenta formal son un ejemplo de las cosas que la gente ya no quiere; especialmente, la generación Z que entra con fuerza en el entorno laboral.

Nuestro mundo cambia a gran velocidad, nuevas tecnologías revolucionarias forman parte ya de nuestra día a día.

Los beneficios de los cambios tecnológicos están fuera de toda duda, pero también es cierto que no vienen exentos de riesgos o de costes, aunque esto sería tema para otro artículo. Hoy, para empezar, podrías poner un Klimt en tu vida.