La fuerza de la costumbre

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Rodrigo Jimenez | EFE

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si por la costumbre fuera, el hombre no habría inventado la rueda. Seguiría caminando encorvado, mirando más hacia el suelo que el horizonte. Viendo más gusanos que pájaros. La tradición. El chaleco salvavidas de tantas cosas. Se ha hecho siempre así. Tendrá que haber un territorio situado entre los inmovilistas que son incapaces de avanzar un milímetro y los pirómanos que cancelan el pasado y sus pasos. En esa franja de supuesta dignidad no habitan los que achacan los insultos machistas a las rutinas de un colegio mayor religioso. Esos gritos que convierten a sus vecinas en fastfood deberían herir a los responsables de la institución, a los vecinos y a cualquiera. Y, aunque muchos no lo crean, es posible criticarlo sin dejar de preocuparse por la inflación y por Ucrania. Pero es lo de siempre. Si los dardos envenenados se dirigen a las mujeres, el problema es de las que no tienen cintura para torearlos. Que se lo digan las niñas que defienden el chorreo: no vaya a ser, Mencía, que nos tomen por feminazis. Si los exabruptos salieran de unos menas, serían etiquetados como bárbaros. Si los incendiarios son cayetanos que mandarán a medio plazo en la política y la economía el país y que pagan un pastón por la habitación pija, pues es todo una broma, una anécdota, un chascarrillo. Chiquilladas. Quizás a los chavales se les haya ido la mano con los saludos y consignas nazis. Una faena que hayan cabreado a la embajadora de Alemania. Porque acusarla a ella de feminazi… Tampoco parecen sospechosos los Países Bajos, ese Xanadú de los halconcillos. En una hermandad universitaria de Ámsterdam lanzaron discursos misóginos y rodaron cabezas. Hasta la heredera renegó de esa manada. Rompió una cadena de su casa real. Una tradición.