La escena se convirtió en viral y abrió telediarios. Energúmenos de un colegio mayor de Madrid (masculino y de los que cuestan más de mil euros al mes) coreando y aplaudiendo este mensaje, dirigido a las chicas de otra residencia vecina: «Putas, salid de vuestras madrigueras, conejas. Sois unas ninfómanas».
Dan igual, por inútiles, las justificaciones y las explicaciones. Las palabras y los hechos son cavernícolas, repugnantes y reprobables. Y recibieron una condena pública casi unánime. Incluso se pronunciaron de forma rotunda los que normalmente son tibios con estos temas en la parte derecha del espectro político. Los mismos que consideran «adoctrinamiento» educar sobre machismo o igualdad.
Estos comportamientos, ligados en este caso a tradiciones execrables como las novatadas, no salen de la nada. Responden a problemas muy arraigados en la sociedad y deberían de estar en vías de extinción. No es así.
Lo dicen los preocupantes datos sobre los adolescentes que niegan la violencia de género.
Lo avalan hechos tan significativos como que aún haya colegios mayores sostenidos con fondos públicos segregados por sexo.
Y lo refrendará la gente que mañana, pasado el primer impacto del escándalo, relativizará lo sucedido y dirá que esos chicos son víctimas de una caza de brujas progresista.