Lula resiste en un Brasil dividido

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

CARLA CARNIEL | REUTERS

06 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Brasil es hoy un país dividido donde el norte pobre le permite a Lula da Silva resistir el embate de Jair Bolsonaro. Es un mapa en dos colores, después de unas elecciones donde los sondeos electorales pronosticaban la victoria en primera vuelta de Lula, un candidato acusado de corrupción que pasó por la cárcel, víctima de lawfare (intromisión del poder judicial en la política partidaria), instrumentalizada esta por el juez Moro —ahora elegido como senador—, entre otros, y revocada por el Tribunal Supremo Federal de Brasil, que puso a Lula en libertad. Una guerra jurídica que, a pesar de ser invalidada, ha sido un argumento de enorme eficacia en la campaña electoral contra la candidatura de Lula, a lo que se debe añadir el abandono de un gran número de ciudadanos —varias decenas de millones— de la clase media que no aceptaron las políticas de emancipación de la población más pobre promovida por Lula en sus anteriores gobiernos.

Lula, a sus 77 años, consiguió articular una gran coalición progresista más allá del Partido del Trabajo. Por más que esta coalición no le resultara suficiente para vencer en primera vuelta a Jair Bolsonaro, diez años más joven, ultraconservador, ex militar y diputado durante veinte años, que en el 2018 consiguió acceder a la presidencia de la república con un programa populista, con su paga para pobres, y ultraconservador.

Brasil, con sus más de 210 millones de habitantes y toda la Amazonia, «non é un país pequeno». Sí un gran país desconocido que, aun para una grosera aproximación, precisa de mapas, donde no hay matices. Algo que empieza a situar a Brasil en el eje polarizado de los Estados Unidos, con Trump como paradigma del conservadurismo iliberal y no democrático, y que se extiende ahora al segundo país más poblado de América, donde se asiste desde hace años a un imparable crecimiento de las iglesias evangélicas, que alcanzan ya la cifra de 70 millones de fieles. La mitad de sus fieles se declaran seguidores de Bolsonaro y apenas un tercio de Lula, pero tienen una enorme capacidad de decisión y presión en la política brasileña, ejercida desde el Congreso, donde semanalmente se reúnen todos los parlamentarios «hermanos de fe», sin diferencias de adscripción partidaria. Mientras, las iglesias y los pastores controlan la sociedad como una poderosa fuerza sociopolítica, favorecidos por el singular sistema electoral brasileño a las cámaras legislativas. Todo ello refuerza al movimiento de derecha extrema de Bolsonaro como alternativa política y social en la sociedad brasileña, coincidiendo con la nueva internacional neo o ultra conservadora que avanza hacia la hegemonía en el mundo occidental, agitando sus guerras culturales y estrategias para polarizar y enfrentar las sociedades.