Solo Putin une a Lula y Bolsonaro

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

ADRIANO MACHADO | REUTERS

04 oct 2022 . Actualizado a las 12:00 h.

Fue un recuento agónico. Una larga madrugada en España. Los resultados iban a estar en seguida gracias a las urnas electrónicas, esas que, por si acaso, cuestionaba Bolsonaro. No fue así. El duelo ya es épico. 57 millones de votos para Lula, frente a los 51 millones de Bolsonaro. Y, ojo, puede llegar incluso a ser trágico. Es lo que sucede cuando la política se va hacia los extremos. Se tira de un lado de la soga y responde el otro lado de la soga formando el nudo de la horca en la que está Brasil. Otro país partido en dos, roto por la mitad. Estragado. Los bandos, las trincheras, empiezan a ser norma en el siglo XXI. De un lado, la izquierda que quiere rehabilitar, resucitar a su ídolo Lula. El hombre, que estuvo en la cárcel por corrupción y que ya había estado en prisión durante la época de la dictadura militar, quiere regresar a la poltrona, de la que gozó dos mandatos. Por el otro, el ultra derechista Bolsonaro, el hombre que más frases hirientes suelta por segundo (llegó a decir que prefería a un hijo muerto que a un hijo homosexual), el deseado por el Ejército, que cuenta también con el apoyo, por ejemplo, de los evangelistas, que allá son legión.

De momento, el único que ha ganado ha sido Bolsonaro. Su partido ha logrado multitud de cargos públicos y ha salvado la que hubiese sido la única derrota en primera vuelta de un candidato que se presenta como presidente. ¿Lo conseguirá el 30 de octubre? Difícil. Pero el que sonríe tras el recuento del domingo es Bolsonaro. Se ha constituido en una oposición feroz y, desde esa sólida atalaya, peleará lo imposible por evitar la derrota en la segunda vuelta. Su partido es la primera fuerza tanto en el Congreso como en el Senado. Bolsonaro doblegó el domingo de múltiples maneras a las encuestas. Vaciló a los expertos. Tanto en el voto directo como en plazas que ha conseguido, como la de Río de Janeiro y la de São Paulo, casi nada. Como para que le tosan.

Arranca con una capacidad de aguante inmenso para el partido de vuelta. Le llamo partido de vuelta porque Bolsonaro, en un país futbolero, fue a votar el domingo con la camiseta de la selección. La lógica dice que el único que puede vencer el día 30 de octubre es Lula. Es él quien debiera recibir las papeletas de su afín Ciro Gomes, tres millones y medio. Y también parte de los casi cinco millones que se llevó la centrista Simone Tebet. Ojo con los trasvases, porque las encuestas fallaron precisamente por creer que los votos que abandonasen a estas dos fuerzas iban a ser todos para Lula. Y hay constancia de que hubo fugas hacia Bolsonaro. Aunque Lula está más cerca, Bolsonaro está hoy más feliz. Estamos en un espectacular duelo por las dimensiones y características tan peculiares del país y de la política brasileña, donde negociar hasta con tu sombra es clave. Ambos querrán seducir a la otra izquierda de Gomes y al centro de Tebet.

Tan peculiares son los dos candidatos que solo les une Putin. Como lo leen. Bolsonaro fue uno de los pocos políticos que viajó a Rusia para fotografiarse con Putin en plena guerra contra Ucrania. Así, apoyó al ser más odiado en Occidente, al doctor No de Moscú. Explicó que lo hizo para conseguir fertilizantes, para que su pueblo no pasara hambre. ¿Y Lula? Lula la lio cuando señaló a Zelenski como parte del problema. Fue el primero que se atrevió a decir que Zelenski era también culpable de la guerra, blanqueando de esa manera a Putin. En todo lo demás, Lula y Bolsonaro son aceite y agua, negro y blanco.

Se odian, y han hecho que se odien las dos mitades de Brasil.