Turismo: en busca de una felicidad responsable

María Elvira Lezcano PROFESORA DE LA FACULTAD DE TURISMO DE LA UDC

OPINIÓN

02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Sería posible un mundo sin turismo? Ni posible, ni deseable. Esta actividad, considerada como un negocio que aporta felicidad, además de ingresos, parece que no siempre ofrece su rostro más amable. Que el Camino de Santiago constituye un hecho turístico es una realidad que no tiene discusión; que quienes lo protagonizan se encuentran en actitud turística, sea cual sea su motivación, tampoco, pues se trata de personas que han abandonado temporalmente su lugar de residencia habitual para desplazarse a otro por distintas razones. La religión, la espiritualidad, la relación con otras personas, el deporte e incluso la salud pueden estar entre ellas.

Todo ello no autoriza a un todo vale, a comportamientos fuera de lo cívico, a monocultivos e intentos gubernamentales de «batir récords». Santiago y los caminos que conducen a él necesitan del turismo, pero no para que produzca efectos negativos en su población o en su patrimonio, sino todo lo contrario. Ambos deben ser los primeros beneficiados en el proceso. Algunas acciones, como el Decálogo de buenas prácticas para el final del Camino propuesto recientemente por algunos colectivos de Compostela, pueden contribuir en buena manera a ello. No sería una idea descabellada que las administraciones dejaran de lado el exceso de promoción y se encargaran de difundirlo traducido a todos los idiomas posibles y en distintos formatos. Santiago quiere turismo, pero no a cualquier precio. Organización, responsabilidad, buena gestión, siempre poniendo por delante a la comunidad, sería lo deseable. El Camino es para muchos un ejemplo a seguir, numerosos destinos pretenden imitarlo o llegar a la mitad de lo que aquí se ha conseguido, pero no debería serlo a costa de un deterioro social y una importante pérdida de identidad, de molestias y faltas de respeto para las personas que en él habitan. Mucho menos para venderlo como un destino instagrameable, una mala costumbre muy en alza en la actualidad y que no conduce más que a banalizar, una vez más, el fenómeno turístico.

Como es habitual, se trata de una cuestión de educación y de concienciación, de establecimiento de normas y regulación, de dejarse de intentar alcanzar récords de afluencia y sustituirlos por calidad y buena gestión. Quizás esas malas prácticas puedan servirnos como advertencia para aprender lo que no debemos hacer o cómo no nos debemos comportar cuando somos turistas. Porque prácticamente todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, lo hemos sido o lo seremos. Turismo en el Camino sí, masas incontroladas y permisividad no.