El duelo o aprender a despedir a los nuestros

pilar conde DIRECTORA TÉCNICA DE CLÍNICAS ORIGEN

OPINIÓN

Sandra Alonso

25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos obligados a aceptar la muerte de un ser querido para seguir viviendo. El duelo es el proceso que nos ayuda a conseguirlo, a asumir y a normalizar esa ausencia. Todos debemos atravesarlo tras la muerte de los nuestros, y su intensidad y sus características variarán según el grado de cercanía y de afectividad que nos una a la persona que nos ha dejado, según nuestra propia emotividad y en función de las circunstancias que rodeen la pérdida. 

Si somos capaces de recorrer la línea que va entre la negación de lo ocurrido y volver a reconectar con nuestra vida estaremos ante lo que se llama duelo normal o duelo normativo.

Entre un punto y otro existen distintas paradas, que, según la psicología, pueden trasladarnos de la ira a la tristeza pasando por un distanciamiento que puede sorprender en nuestro entorno.

La tristeza y la pena posteriores al shock son comunes en estos casos, incluso aunque se haya asumido que la muerte llegaría tras una enfermedad o por la avanzada edad de quien nos ha dejado. También suelen manifestarse la incredulidad y la confusión.

Sin embargo, no todas las personas son capaces de transitar el duelo en un tiempo y con unos procesos que le permitan abandonarlo sin problemas de afectividad, de comportamiento y, en general, sin que su salud mental se vea afectada. Hablamos aquí del duelo no adaptativo, al que también se denomina duelo complejo. Sucede cuando no podemos dejar atrás a quien se marchó sin ayuda y se manifiesta con distinta severidad, hasta el punto de que puede producir alucinaciones en quien lo padece.

Antes de llegar a ese punto, el familiar, el amigo, la pareja del fallecido puede haber pasado los últimos seis meses desde el suceso sin aceptarlo, con pena intensa y con incapacidad para comprender incluso el proceso de la muerte en general. El duelo no adaptativo se puede manifestar también con aislamiento y trastornos del sueño y la alimentación.

Otros de sus síntomas conductuales están relacionados con la necesidad de tener que llamar al finado, de soñar con él, de atesorar recuerdos y, en definitiva, de recrear el tiempo que pasaron juntos.

Es en estos casos cuando el duelo puede ir acompañado de síntomas físicos como sequedad, opresión en el pecho, dificultad para respirar y/o sensación de despersonalización.

En todos los casos, en los de duelo sencillo y los de duelo complicado, encuentran justificación y cobran sentido los rituales asociados a la muerte. Esto es, la capilla ardiente, el entierro y el posterior funeral, costumbres que varían por motivos socioculturales y religiosos. Todos ellos nos facilitan la expresión del dolor emocional, nos conectan con nuestra red social de apoyo y nos permiten una conexión simbólica con la despedida. En definitiva, la materializan y, por lo tanto, la convierten en real.