Verano del 2022: cuando el futuro nos alcanzó

José Donoso DIRECTOR GENERAL DE LA UNIÓN ESPAÑOLA FOTOVOLTAICA (UNEF)

OPINIÓN

María Pedreda

17 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Este verano nos ha explotado en la cara la cruda realidad de la emergencia climática. Los efectos en nuestras vidas y en el planeta que se venían anunciando para años futuros se han comenzado a concretar. Temperaturas récords, sequías prolongadas, incendios agravados por el calentamiento climático, escasez de agua, todo un escenario que no por distópico dejaba de estar previsto.

Por si faltaba algo, a esta situación climática se le añaden los altos precios del gas, que, a su vez, motivan altos precios de la electricidad; y la amenaza de escasez de este combustible por las consecuencias de la agresión rusa a Ucrania.

En este escenario, acelerar la transición energética cobra más sentido que nunca. Tanto como respuesta a la crisis climática como a la económica y de abastecimiento. La parte positiva de la situación actual consiste en que las respuestas a las tres crisis coinciden. En este momento contamos con tecnologías renovables como la fotovoltaica que no son solo una tecnología limpia, sino que además son la forma más competitiva de producir electricidad y de conseguir nuestra soberanía energética al tratarse del aprovechamiento de un recurso endógeno.

Lo curioso, por no decir irresponsable, son las voces que han surgido criticando la implantación de las energías renovables en suelo, practicando un neo negacionismo absoluto de la realidad.

Para dar respuesta a la magnitud del desafío en que nos encontramos necesitamos todas nuestras armas. Es importante e imprescindible fomentar el autoconsumo al máximo, pero también son imprescindibles las plantas en suelo. Es importante y transformadora la aportación de las pequeñas empresas y colectividades energéticas, pero también son imprescindibles las aportaciones de las grandes plantas y los fondos de inversión.

En contra de la imagen que se quiere transmitir desde estas fuentes neo negacionistas, las plantas de suelo no se instalan por doquier de forma descontrolada. En España contamos con un proceso de autorizaciones ambientales exigente y garantista, tanto a nivel de administración autonómica como de la administración central.

La energía fotovoltaica, por sus características de homogeneidad del recurso en el territorio, no necesita de terrenos con especial sensibilidad ambiental. Nuestra tecnología tampoco afecta a los suelos, al no necesitar cemento y poder instalarse a través del hincado, ni ser necesario remover las capas fértiles. Al no tener ningún impacto negativo sobre la biodiversidad y ser espacios en los que la actividad humana va a ser reducida durante 30 años, con las medidas complementarias adecuadas, como la instalación de nidales, hoteles de insectos, humedales, etcétera, las instalaciones fotovoltaicas se convierten en auténticas reservas para las especies locales.

Al no usarse herbicidas, el suelo recupera su actividad y el equilibrio. Nuestro compromiso es tan fuerte con la integración ambiental que, para complementar la exigencia del proceso de autorización ambiental de la Administración, desde UNEF hemos creado el sello de excelencia en sostenibilidad, que se otorga a las plantas solares sostenibles y respetuosas con su entorno natural en España y con la realidad socioeconómica del entorno de la planta.

Una planta es un matrimonio a treinta años entre una población, un territorio y la propia planta, por lo que debe partir del respeto y el convencimiento mutuo de lo positivo de la iniciativa.

Por ello, animamos a nuestras empresas a no utilizar las fórmulas de expropiación y partir del acuerdo mutuo y a dejar el mayor impacto positivo posible en las zonas donde se desarrollen las plantas.

No cabe duda de que la energía solar realiza una doble aportación a la sociedad española. Contribuimos, por un lado, a la preservación de la biodiversidad, directa e indirectamente, al tiempo que generamos una nueva ventana de oportunidad capaz de mejorar el desarrollo económico y social de nuestro país.

Las voces que se oponen a la instalación de plantas en suelo deben explicar a la ciudadanía que su alternativa, una vez exploradas al máximo las posibilidades del autoconsumo y la eficiencia energética, no es otra que la prolongación de la utilización de los combustibles fósiles, y por tanto evitar que se puedan mitigar para la ciudadanía los efectos de la emergencia climática.

No se puede estar constantemente hablando de colapsos y criticando los objetivos ambientales por poco ambiciosos y, a la vez, criticar la implementación de las medidas que pueden contribuir a disminuir la emergencia climática. No se puede ocultar intereses económicos competitivos por el uso del suelo o electoralistas por una supuesta defensa del paisaje o del territorio. No hay en este momento mayor amenaza al paisaje y a la biodiversidad que la emergencia climática.

El futuro nos ha alcanzado, tenemos instrumentos para enfrentarnos a el. Lo que hay que demostrar ahora es si la sociedad civil, los medios de comunicación, los actores políticos y las ONG muestran un nivel de responsabilidad a la altura del desafío. No estamos hablando de un juego de salón estamos hablando de nuestro presente y nuestro futuro, eso es lo que está en juego.