Alto el fuego

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

Brais Lorenzo | EFE

14 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado cuatro décadas desde que asistí a la primera charla sobre incendios forestales y algunos elementos de aquellos debates siguen sobre la mesa. Mientras que con ayuda de la tecnología hemos progresado en aspectos relacionados con la detección, rapidez de respuesta, etcétera, seguimos sin conseguir detener el problema y tratando de vencer las llamas con cubos y mangueras. Por ello no estaría de más que pasado el tiempo reconociéramos que es necesario buscar soluciones alternativas porque seguirá ocurriendo lo mismo pero agravado por la crisis climática. Para esto debemos aceptar la realidad en nuestro ámbito geográfico: las condiciones climáticas del año, lo que llueve, determinan el éxito de las campañas antiincendios y los territorios que están «vivos» y poblados apenas arden.

Sobre la primera cuestión poco se puede hacer más allá de controlar las actividades en las épocas de alto riesgo. Sobre la segunda, deberíamos potenciar medidas no cosméticas que favorezcan el asentamiento de población en el medio rural. Si el coste del fuego se estima en 10.000 euros por hectárea, y en Galicia hemos perdido este año más de cuarenta mil hectáreas, parece que tenemos una potencial línea de financiación para reactivar los usos del territorio.

Esto no sustituye a las políticas de prevención, necesarias durante todo el año, ni tampoco a la exigencia de responsabilidades a los propietarios acerca del cumplimiento de la normativa en las parcelas, se trata de reorientar los fondos hacia políticas con más incidencia en los usos del territorio, gestión de la biodiversidad, etcétera. Sobre la inversión en restauración las cosas tampoco están muy claras. Si nos fijamos en los grandes incendios de Zamora o La Maragatería, esas áreas se habían quemado al menos dos veces en los últimos veinte años; lo mismo ha ocurrido en las áreas de O Courel. Con esa tasa de recurrencia cualquier análisis coste-beneficio de lo invertido resultaría ridículo, salvo para las empresas de maquinaria.

Después de 40 años de controversias deberíamos declarar un «alto el fuego» y a la luz de los nuevos conocimientos e innovaciones plantearnos las estrategias. No es aceptable que con 50.000 hectáreas arrasadas nos vayamos al otoño satisfechos.