Democracia y meritocracia

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

13 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En los Episodios Nacionales Galdós describía cómo los puestos de trabajo y los cargos se conseguían mediante favores y recomendaciones en la España de tránsito entre los siglos XIX y XX. Era época de turnismo y clientelismo. En el siglo XXI presumimos de democracia y meritocracia. Sin embargo, basta seguir un debate parlamentario para ver cómo los líderes se afanan en discursos tecnocráticos y demagógicos: manipulan datos e información; debaten para desgastarse, no para escucharse; tratan de alcanzar el poder, no de alcanzar acuerdos; hacen ver que gobernar es gestionar.

Insisten en el discurso gerencial para demostrar que lo importante es la gestión. La gestión es cosa de expertos y los mejores expertos son esos políticos que han hecho carreras y másteres (presenciales, virtuales, nominales). Obviamente, una buena formación de los dirigentes es positiva, siempre que no vivan en la burbuja de una élite que se olvida de la clase trabajadora. Evidentemente, la clase trabajadora se ha diversificado; trabajador ya no es sinónimo de proletario u obrero. Todos hablan de la igualdad de oportunidades, pero algunos prefieren la segregación de clase a través de embudos en momentos precisos (escolarización, acceso a la universidad, oposiciones, contratación).

A políticos de izquierdas y derechas se les pide que atiendan a los suyos.

Se comprende que un político de izquierdas ascienda socialmente, porque mejora en los planos cultural y económico, pero se le pide que no pierda ni la perspectiva ni el sentido de pertenencia de clase, para luchar contra los privilegios y así no fallar a los suyos. Se trata de una lucha de clases adaptada a los tiempos. A un político de derechas se le pide que atienda a los suyos de manera no muy diferente a la de la época galdosiana, pero que lo haga demostrando capacidad de gestión, a modo de presidente ejecutivo de una empresa. Ahora bien, ni el presidente del país es un CEO (chief executive officer), ni el país es una empresa.