Dudas sobre el mercado eléctrico de la UE

Manel Antelo PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA USC

OPINIÓN

HANNIBAL HANSCHKE | REUTERS

06 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos tiempo asistiendo a un encarecimiento de la electricidad en toda Europa. Tanto, que empieza a debatirse la idea de que tal vez el sistema actual de formación de precios en el mercado mayorista (que luego impacta en los consumidores finales) no sea el más adecuado. Simplificando mucho, el precio de la electricidad en dicho mercado se fija contraponiendo la demanda con una oferta que se ordena por precios crecientes hasta que cubre la demanda. El último precio que resulta es el que perciben todos los productores. Supongamos que a una hora cualquiera de un día cualquiera se demandan 20.000 MWh de electricidad, mientras que se ofrecen 8.000 MWh de la nuclear por la que piden 5 euros el MWh; 10.000 MWh de la eólica a 6 euros; 12.000 MWh del ciclo combinado a 20 euros, y 5.000 MWh del carbón a 40 euros. La demanda se cubre, pues, con la oferta de los 6.000 MWh de la nuclear, los 10.000 de la eólica y solo 2.000 del ciclo combinado. Y todos los operadores cobran el precio marginal de alinear oferta y demanda, 20 euros el MWh, razón por la cual el sistema se llama «marginalista». Así, el gas estaría fijando el precio de la electricidad en ese momento, a pesar de que solo surte el 10 % de la demanda.

Este sistema —mayoritario en los países de la OCDE y con 20 años de vigencia en Europa— hace que los operadores se comporten más o menos así. La nuclear, la eólica o la fotovoltaica ofertan a precios muy bajos. No porque renieguen de los beneficios, sino porque la mayoría de sus costes son fijos y, por lo tanto, lo que quieren es producir electricidad por bajo que sea el precio que acaben cobrando. Por el contrario, una central de ciclo combinado o de carbón tiene costes variables elevados —el del combustible y el de las emisiones de CO2— y, por lo tanto, nunca ofertará cantidad alguna cuando el precio no cubra dichos costes variables. Preferirá estar parada.

El sistema parece tener un fallo obvio: a las empresas que ofertan barato se les paga más de lo que piden por la electricidad que llevan al mercado. Esto es poco eficiente. Con todo, si lo sustituimos por otro en el que se pague por lo ofertado, los operadores pueden cambiar de estrategia: quienes ahora hacen ofertas muy baratas, podrían pasar a hacerlas a los precios que creen que pueden conseguir. El resultado final es un mecanismo de formación de precios más complejo y que puede ofrecer resultados muy parecidos a los del sistema actual. Y si lo cambiamos por otro en el que se fijen precios de referencia por tipo de tecnología, los incentivos del actual mecanismo para generar electricidad con las tecnologías más baratas podrían resentirse.

En fin, aunque las dudas sobre el futuro del sistema parecen razonables, no cabe esperar que el precio de la electricidad baje significativamente cambiándolo por otro. Se mire como se mire, se trata de oferta y demanda. Y dada la penalización de las fuentes de energía contaminantes, la contribución de las no contaminantes sigue siendo muy escasa.