El Camino no es una cuchipanda

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

05 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El azar, que es siempre caprichoso, me ha llevado estos días a releer una vieja novela del maestro Landero. Quizá no sea vieja el adjetivo más acaído para cualquier novela de Landero: todas son perdurables y magníficas. Sin embargo, con la celeridad del presente, puede que un texto del año 2012 ya resulte veterano. 

La narración se titula Absolución y, hacia la mitad de la novela, anuncia: «¿Y sabes qué hacen muchos cuando entran en crisis? El Camino de Santiago. Se visten de romeros y allá se van con su bastón, su concha y su calabaza. Yo he pensado alguna vez en montar un negocio de chiringuitos psicológicos a lo largo del Camino de Santiago, donde se ofreciera asistencia profesional por un precio módico para ayudar a superar o a aliviar los traumas. Y, de paso, se venderían medicamentos, remedios naturales, alimentos ecológicos, bebidas energéticas, literatura especializada, amuletos exóticos, y hasta se podría ofrecer un servicio de relación amistosa y sentimental, o meramente sexual, con otras personas también en crisis. Y hasta le he puesto nombre: Psicojack. Ese sería un buen negocio para sacarles los cuartos...».

La literatura siempre se adelanta a la realidad. Quizá lo único real sea la literatura. Absolución es una magnífica novela. Su profecía jacobea, además de cómica, resulta, desgraciadamente, verídica e innegable. El Camino se está convirtiendo en un cajón de sastre donde tienen cabida todo tipo de tijeras y desmanes. El último: la peregrinación de Macarena Olona. Ha convocado a sus fieles para que se uniesen a ella y ha dicho: «Soy un toro deseando salir a la plaza». Hay metáforas mejores.

Ignoro cuáles son las aflicciones de la señora Olona. Y respeto su peregrinación. Lo que me resulta desagradable es su intención de convertir sus andares, y su Camino, en una jarana política con repercusión mediática.

El Camino de Olona se convirtió en un tránsito en busca de la popularidad perdida, o eso parece. Desvirtuar con fines espurios el Camino de Santiago es una tentación a la que muchos sucumben o aspiran. Por ello conviene separar el grano de la paja. El Camino existe porque bajo él y sobre él reside la fe, el convencimiento de que a cada paso uno está más cerca del cielo (o del misterio), la dicha de andar con el objetivo de purificar y purificarse.

Aplaudo todas las iniciativas culturales y sociales en torno al Camino. Son buenas para Galicia, para el nombre de Galicia, y también para los caudales de Galicia; pero detesto toda adulteración de su esencia y su razón.

Cualquier día veremos a los que descreen de todo y de todos organizando peregrinaciones «laicas y con perspectiva de género» a la tumba del apóstol. O a los fieles de Olona gritándole viva España y olé. Creo que entre el Camino, el de verdad, y la cuchipanda hay un largo trecho. No debemos pasearlo.