Portugal, por que che quero tanto

Eduardo Vázquez Martul MÉDICO, EXJEFE DEL SERVICIO DE ANATOMÍA PATOLÓGICA DEL CHUAC

OPINIÓN

Oscar Vázquez

30 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo que así empieza una canción que transmite algunos sentimientos por los que se quiere a Portugal. Nuestra relación siempre próxima y a la vez distante, marcada con un sentimiento de amor-odio. Paradojas del destino, o incongruencias políticas que han creado fronteras estúpidas que rompieron la unidad de la Península, la Iberia romana, configurada por varias Hispanias muy diferentes entre sí pero vestidas por la misma piel de toro. Sin duda, este afán de uniformar o centralizar lo que el paisaje diferencia es una de las causas de las fuerzas centrífugas que crean los separatismos que padecemos y por las que la Lusitania buscó otro camino. Pero si uno lee la historia sin pensamiento prepotente, defecto que nos achacan nuestros vecinos, observamos que ha habido más parentescos entre Portugal y Castilla y León primero, y la España de los Austrias después, que hay hoy en día entre familias españolas vascas o catalanas. Galicia se salva, ya que casi ni fronteras o lenguas nos separan.

Quizá los sentimientos enfrentados se remontan a siglos, cuando los dos imperios, portugués y español, se repartían el mundo con la bendición del papa reinante. Pero como familiares próximos, ha habido muchos parecidos. Incluso hasta en la política más reciente, las dictaduras; Franco aquí y Salazar allí, pero con matices que nos diferenciaban. Portugal mantenía su imperio de ultramar y sus buenas relaciones con el imperio anglosajón.

Ellos dominan el inglés y nosotros ni francés dominamos. España siempre enemiga de la pérfida Albión. Nosotros lo habíamos perdido todo, hasta lo más reciente, el Sáhara. Demasiadas pérdidas origen de cierto sentimiento de perdedor que produce el haber tenido todo y quedarse sin nada. Contrariamente, Portugal supo aprovechar hasta el final el derrumbe de su imperio. Incluso las pérdidas del imperio ultramar fueron la espoleta para desterrar una dictadura que los incrustó en el atraso. Hicieron su revolución. El gran cambio que necesitaban. Claveles en vez de balas, alegría en las calles cantando Grândola vila morena. Aquí, Franco no acababa de morir.

El miedo al pasado impulsó una «transición reformista» que sin duda modernizó el país, pero, nos guste o no, quedaron cambios en el tintero que piden solución. Estos días he leído una gran noticia que no ha tenido trascendencia: «Portugal casi alcanza el pleno empleo». Me alegro como buen gallego. Siempre recordaré que gracias a Portugal sustituimos la achicoria por el café Sical que perfumaba las cafeterías, y compramos aquellas toallas de buen algodón con las que nos secábamos el sudor del caluroso Ourense de mi infancia. Parabéns, Portugal.